1. Carmela


    Fecha: 04/03/2024, Categorías: Lesbianas Autor: Bellota, Fuente: TodoRelatos

    Los miré besarse con gula. Carmela dejaba a Johan amasarle las nalgas. Cerraban los ojos. La pareja estaba bien a gusto, moviendo abrazados al ritmo del funk suave del concierto. Lamentaba haberlos acompañado.
    
    Hacía un par de semanas, había conocido a Johan en la piscina municipal donde solía ir a nadar después del trabajo. Nuestros horarios coincidían y siempre nos encontrábamos en el mismo carril, conversando de unas cosas y otras entre dos largos. Claro, era yo quien había hecho el primer paso, preguntándole alguna estupidez sobre la marca de gorro de baño. Era de los “éste, sí o sí”. Y déjenme decirles que, fuera de la arrechura que se puede desprender de la mirada de un hombre, cuando se ve en ropa de baño, hay algunas dudas que se convierten en ganas tremendas. Johan no era muy alto pero tenía un físico armonioso, una sonrisa encantadora, humor y un bañador bóxer insoportablemente lleno. Lo miraba bajo el agua o cuando él pasaba al lado de la piscina y se veía nítidamente la forma de su verga bajo la fina tela negra. Yo sabía que no lo dejaba indiferente y que probablemente a él también le costaba mantener su contundencia mientras estábamos a unos centímetros el uno del otro y con tan poca ropa. No les extrañará, estimados lectores, saber que me había imaginado mil cosas con Johan, en mi cine en la cabeza tenía una producción más prolífica que los grandes estudios de Hollywood. El escenario que más me gustaba era en una cabina de los vestuarios. Entrábamos a escondida los dos y, sin palabras ni preliminares, me daba la vuelta, me apoyaba contra la pared y abría las piernas. El venía detrás de mí, solo necesitaba apartar mi bañador para deslizarse sin problema en mi concha. Así, parados, me cachaba con fuerza unos largos minutos, tapándome la boca para que nuestros vecinos de vestuarios no nos escuchen. Con la otra mano, bajaba mis tirantes para liberar mis tetas y amasarlas. Se retiraba justo antes de venirse y se masturbaba para que su leche brote sobre mi culo medio descubierto mientras yo llegaba al orgasmo reemplazando su verga por mis dedos. Sexo puro, directo, perfecto.
    
    Al ver cómo me miraba cuando yo salía del agua, estaba segura que, en su cine personal, tenía escenarios más morbosos aún.
    
    Aquel viernes, después de que le contara que pasaba el fin de semana solita en la ciudad, que estaba aburrida y que extrañaba a mi novio, me propuso acompañarlo a un concierto en la noche. Obviamente acepté. Antes de salir, ordené mi departamento, pasé la aspiradora rápidamente, cambié las sábanas y las toallas – no me digan que nunca tuvieron este tipo de precauciones de “por si acaso” – y elegí concienzudamente mi tanga. La tensión sexual que existía entre nosotros era tal en una piscina pública, que había pocos chances que nos quedemos en hablar de gorros de baño en una oscura sala de concierto y con un par de copas.
    
    Lo esperé un buen rato delante de la puerta de la sala de concierto. Miraba a la gente entrar por pareja o pequeños ...
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