Las refugiadas - Castigo en el parque - Relatos Eróticos

Las refugiadas - Castigo en el parque

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Y ahora os dejo con la historia:

El martes Elena trabajaría desde casa, por lo que se puso en el despacho. Anastasia y Svetlana estaban haciendo ejercicio, vestidas con sus chándales, justo al lado. Las tres vieron entrar a Pedro.

—Voy a salir un rato —se despidió de Elena pero a un tono que las demás lo oyesen—. Tengo que comprar cosas y así aprovecho mis últimos días de vacaciones.

Una vez en el garaje envió un mensaje de wasap a Olha.

«Te toca el castigo que te ganaste ayer. En media hora te quiero en la puerta del patio. Minifalda, top holgado, sandalias de playa y mochila».

Envió otro par de wasap. Tenía la respuesta antes de llegar al patío del piso en el que vivían las refugiadas. Cuando llegó abrió la puerta del acompañante y ella se sentó.

—Sácate las tetas por encima del top —le ordenó Pedro.

—Sí, señor. —Se las sacó con algo de dificultad—. Es el más holgado que tengo, pero es que aún están hinchadas de ayer.

—Bueno lo aceptaremos. Escucha en qué va a consistir tu castigo…

Pedro esperaba que protestase o llorase de algún modo para que le aplicasen otro tipo de castigo, pero Olha no le puso ninguna pega. Llegaron al punto elegido por Pedro. El centro comercial dónde podía poner a cargar el coche. Aparcó , se puso las gafas con las cámaras, aunque ella no sabía que las tenía, y se bajaron al jardín del río. Sin embargo, lo hicieron por separado, como si no se conocieran. Pedro iba por detrás mientras ella daba saltitos para calentar músculos. Saltos que subían y bajaban la falda.

Alcanzaron el lugar que Pedro había descrito, donde empezaban los caminos con grava. Pedro tomó uno de ellos mientras Olha se quitaba las sandalias y las guardaba en la mochila. También conectaba los auriculares al teléfono guardado en la mochila, como si estuviera oyendo música, aunque en realidad lo que oía es una conversación con Pedro que así podía darle instrucciones. A partir de ahí empezaba su castigo. Una carrera de diez a quince metros, situándose por delante de Pedro para volver habiendo volteretas laterales, lo que la obligaba a apoyar con todo su peso manos y pies descalzos en el suelo de grava. Al llegar a su posición o un poco por detrás volvía a correr, o bien deshacía el camino con nuevas volteretas y regresaba corriendo hacia Pedro. Esta jugada la hacía especialmente cuando se le había salido una de las tetas del ...