Noche Buena, no, Mejor. - Relatos Eróticos

Noche Buena, no, Mejor.

... sus colaciones en la cocina, de manera informal. Pero aquella noche habria manteles y vajillas, cristalería y una suculenta cena de Nochebuena. El menú iba a recordar la gastronomía española, dentro de lo posible. Por la tarde habían improvisado un asador sobre unas brasas y un orondo pollo giraba y giraba sobre él recibiendo un baño regular de su propia grasa. En el fuego de la cocina, hervía una monumental olla repleta de carnes variadas y embutidos locales, extremadamente picantes. Añadieron mas tarde frijoles y algunos vegetales.

A la hora de la cena se dispusieron en torno a la mesa, Roberto presidiendo y Cloé a su derecha. Leonor ocupó la izquierda, siempre vigilada por la amante del patrón, que no pensaba permitir nuevos devaneos de su amado. Rosita y Sam estaban junto a Cloé, lanzándose intensas miradas. En el otro extremo se sentó Emilio, con Megan a un lado y Joaquina al otro. La escocesa guardo sitio a su vera para Javier, que se mostro cortés, aunque algo alarmado cuando Megan puso al descuido su enorme manaza sobre el muslo del caballero.

Basilé y Caléndula oficiaban de sirvientes, pero una vez presentados los alimentos se sentaron a la mesa como dos invitados más.

- ¡Vaya por Dios! - exclamó Cloé

-¿Qué pasa ahora? - preguntó Roberto

- Somos trece a la mesa. Qué mala suerte.

- ¿Porqué? -preguntó Sam - No lo entiendo...

- Hay diversos motivos históricos - apuntó Emilio - El más difundido es la última cena.

- Sí, no pudieron acabar peor los pobres - se lamentó Esther - y eran 13, como nosotros esta noche.

Nadie dijo nada más al respecto; se sirvió la sopa con verdura y legumbre y destaparon las bandejas de carnes. Había cierta tensión en el ambiente, por eso todos dieron un respingo cuando la aldaba de la puerta sonó tres veces.

Basilé fue a abrir y volvió con cara de asombro.

- Es un señor español - anunció

- ¡Qué raro! A estas horas... Que pase - ordenó Roberto.

Un caballero de buena estatura, cabello, bigote y barba blancos y una apreciable barriga, disimulada por su levita, entró sonriendo afablemente.

- Señoras, caballeros... Disculpen mi atrevimiento. Buscaba una granja por aquí, pero temo que me he extraviado.

- No se apure. Pase y descanse. - hospitalario, Roberto.

- sólo un momento. No quiero interrumpir su cena de Nochebuena, supongo...

- ¡ Oye! Este señor es la solución. Si se queda a cenar, ¡seremos catorce!

- Es cierto - reconoció Cloé - Caléndula, trae un cubierto más. Siéntese aquí señor, al lado de Leonor que hay un sitio libre.

- Por Dios - coqueteó el viejales - no voy a poder probar bocado sentado al lado de mujer tan bella...

Leonor se había hecho el propósito de no pecar en aquellas fiestas, pero los piropos la exaltaban tanto como los azotes en el culo, así que sacó su mejor sonrisa y se ajustó el escote para confirmarle al abuelete que ella era una cosa seria.

Las conversaciones fluyeron y corrió el vino y la cerveza, hubo risas, bromas inocentes, ...