Noche Buena, no, Mejor. - Relatos Eróticos

Noche Buena, no, Mejor.

... aquellos miserables, había vuelto con su familia, jurando y perjurando que jamás se dejaría maltratar por hombre alguno y decidida a defender con uñas y dientes los derechos de las mujeres, empezando por el sufragio.

Samantha y Rosita, no me olvido de ellas, no manifestaban su mutua atracción con besos y arrumacos, pero sus miradas encendidas que no paraban de encontrarse mientras faenaban, delataban el ardiente vínculo que las unía. Samantha y su banda habían irrumpido en Saratoga Springs para rescatar a Olive y habían devuelto la libertad sin proponérselo a sus amigas.

Durante la última semana, Rosita se había recuperado de los martirios a los que la sometieron y había recuperado también su relación con la pistolera rubia. Esther y Ricardo repudiaban ahora su infidelidad mútua y el abismo de depravaciones en que se habían sumido. Eran de nuevo dos enamorados inocentes que pasaban juntos el día y la noche... aunque mejor no comentar de momento lo que hacían cuando estaban en su cuarto.

Basilé y Caléndula se habían ido adaptando. No me refiero sólo al culo de la joven oriental y la gordísima verga del antillano, no. Sus caracteres se estaban acomodando uno a otro. Ella refrenaba su natural disoluto y él se volvía más tolerante con los coqueteos y juegos de su amante, siempre que no llegara al revolcón y el polvo loco con los hombres al abasto.

Joaquina y Megan se habían tomado la invitación de Roberto como unas vacaciones bien merecidas. No había asuntos graves que resolver y podían recibir el año nuevo con tranquilidad. La chilena se había hecho el firme propósito de moderar sus delirios de violencia sexual. Iba a buscar un hombre bueno, dulce y amable que la tratara con respeto e iba a poner todo de su parte, que podía ser mucho, para hacerle feliz. Por su parte, Megan no olvidaba su noche loca en la embajada con el negro suboficial. Había sido muy revelador, pero ahora quería comprobar si era capaz de repetir el lance sin arrebatos ni delirios bíblicos. Y la verdad es que Javier le gustaba. ¡Qué raro! Ella no podía antes pensar en estos términos "este hombre me pone cachonda", y sin embargo, ahora esas frases (o su equivalente en inglés) le pasaban por la cabeza con frecuencia. Javier la miraba con reservas. ¡Era una mujer enorme! Todo un reto para un macho ibérico como él. SIn embargo, la belleza y la ingenuidad de la escocesa le estimulaban a no rehuir el trato.

Joaquina le había echado el ojo a Emilio. Aunque era diez años más joven que ella, había algo en él, ese aire de poeta romántico, sus finas y delicadas manos de escritor, que le resultaba enormemente seductor. Además, si quería apartarse del camino del sexo violento con machos brutales y soeces, aquella era una excelente elección.

Así, cocinando, engalanando y tonteando entre ellos, nuestros protagonistas consumían las pocas horas que faltaban para la venida al mundo del Niño Dios.

Habían dispuesto una larga mesa en el salón de la estancia; habitualmente hacían ...