1. El campo de reeducación


    Fecha: 21/01/2024, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... grilletes inmobilizando nuestras muñecas y nuestros tobillos pegados a la pared. Tampoco podíamos hablar: una mordaza nos inmobilizaba también la boca, dejándola completamente abierta. Me dolía la mandibula. Al hombre que había hablado primero le habían puesto, además, cuatro pinzas de tender la ropa en la lengua. Seguíamos todos desnudos, y además nos habían afeitado totalmente el vello corporal: todo el cuerpo, la cabeza... Habían desaparecido los distintos peinados, los distintos estilos. Ahora, sin ropa ni pelo, eramos un poco menos nosotros. Y nos sentíamos más vulnerables.
    
    Pasaron horas en esa posición. No pasaba nada. Era aburrido, cansado, doloroso. Me dolía la mandibula, las muñecas, los tobillos, la espalda... Perdí la noción del tiempo. Me dormí.
    
    Me despertó un ruido en la sala. Seguíamos todos en el mismo sitio, però esta vez había una chica enmedio de la sala, vestida con un mono y botas de agua. En las manos tenía una manguera. Y la usó: empezó a disparar un potente chorro de agua sobre nuestros cuerpos. Dolía cuando el chorro caía sobre nosotros, y como estábamos inmobilizados no podíamos apartarnos. Me dolió el chorro en el estómago, en los huevos... Acabamos todos completamente mojados, y el suelo también, convertido ahora en un lodazal, charcos y barro bajo nuestros pies. La chica dijo que había venido a asearnos un poco. Entonces se abrió una trampilla en el techo y me dí cuenta que la chica había entrado por ahí, bajando sin duda con una escalera. Y en ese momento ciertamente apareció por el hueco una escalera y la chica se retiró.
    
    Pasaron las horas, nos dormimos. Yo tenía hambre, ya no sabía cuanto tiempo había pasado desde que salí de mi casa. Serían días ya?
    
    Me desperté y ya no estaba en la sala de antes. Poco a poco me iba despertando. Ahora estaba en una habitación muy blanca, con mucha luz, y tenía a mi lado a una chica vestida de blanco, un uniforme de doctora.
    
    — Buenos días señor —me dijo.
    
    Yo me iba despertando poco a poco. Me noté inmobilizado de nuevo. Estaba recostado en una especie de sillón, medio tumbado. Tenía los brazos inmobilizados junto al cuerpo con algunas correas, y alrededor de mi cuello otra correa me impedía levantar mucho la cabeza. Me dí cuenta que tenía las piernas abiertas y un poco levantadas a un lado y otro del sillón, también sujetas con correas. Me dí cuenta que era un sillón de esos que se usan en ginecología, para hacer una exploración. Me sentía expuesto, allí atado y de piernas abierto. No podía hablar; seguía con la mordaza puesta. Balbucée algo. La doctora acercó su cara a la mía.
    
    — ¿Decías?
    
    Intenté hablar pero la mordaza me impedía articular nada más que gruñidos. Ella se rió.
    
    — No te entiendo, cariño. Pero eso da igual. No hace falta que intentes hablarme, ya hablaré yo. Ahora estoy yo al mando, ¿sí? Te cuento: como ya sabes estás en el centro de reeducación para señores incompetentes. Aquí intentaremos trataros, intentaremos arreglar vuestras taras. A ver si ...
«1234...»