1. La Mansión


    Fecha: 23/08/2019, Categorías: Hetero Autor: Alex Blame, Fuente: TodoRelatos

    La tarde era oscura y neblinosa. Nadia avanzó por el barrio, siguiendo las indicaciones del navegador, sin estar muy segura de llevar el rumbo correcto. Aquella zona parecía haber vivido su esplendor hacia tiempo. Las casas eran grandes y señoriales, de finales del siglo diecinueve o principios del XX, pero casi la mitad estaban desocupadas o directamente abandonadas. Giro a la derecha y, tal como le había indicado el hombre por teléfono, se internó en una calle sin salida que terminaba en una pequeña rotonda. Las casas allí eran más antiguas aun que en el resto del barrio, pero parecían más cuidadas. El navegador le indicó que había llegado a su destino y aparcó el coche justo al lado de la penúltima parcela.
    
    Salió del coche, se abrochó el abrigo, abrió el maletero y sacó un maleta metálica. El vaho de su propia respiración la envolvió y desdibujó momentáneamente la enorme verja de hierro forjado que custodiaba la casa, con sus dientes oscuros y afilados apuntando al cielo.
    
    Nadia se acercó a la verja e intentó vislumbrar el edifico entre los barrotes. La casa apenas se veía, pero se adivinaba imponente, agazapada tras un enorme castaño y dos cipreses centenarios. El camino de grava estaba irregular, y el césped desatendido; bien cortado, pero con calvas aquí y allá y algún que otro charco. Un golpe sordo contra los barrotes y el ladrido de un perro enorme la hicieron recular un par de pasos. El perro ladró un par de veces más y luego, aparentemente satisfecho, se alejó meneando el rabo.
    
    La mujer suspiró y se acercó a una pequeña puerta lateral, donde había un portero electrónico. —Buenas tardes, ¿Qué desea? —respondió una voz masculina al segundo timbrazo.
    
    La voz del portero, grave y modulada, le recordó a Carlo. Una oleada de tristeza la asaltó. Hacía ya casi dos años, pero aun sentía como sus entrañas ardían solo de pensar en todo lo que había pasado. Sacudiendo la cabeza se acercó al micrófono:
    
    —Hola, soy Nadia De Guzmán. Hablamos por teléfono esta mañana.
    
    —Ah, sí. Pase señorita. —dijo la voz desbloqueando la puerta.
    
    Nadia dudó un instante....
    
    —Perdone... ¿Y el perro?
    
    —Ah, es verdad. No se preocupe. Yo le llamo. En el fondo es un pedazo de pan, pero entiendo que con su tamaño imponga.
    
    Nadia abrió la puerta reticente, con la maleta en el regazo en ademán defensivo. Los retazos de bruma, arrastrados por el viento, creaban elusivas siluetas que la sobresaltaban a medida que avanzaba por el corto camino de grava hasta la fachada del edificio.
    
    Poco a poco, a medida que se acercaba, la fachada fue destacándose entre la niebla, ante sus ojos, con su piedra caliza rezumando humedad, las ventanas de aspecto gótico y la gran puerta de madera adornada con enormes clavos de bronce. Apenas había puesto el pie en el umbral cuando la puerta se abrió. Un hombre vestido de librea, calvo, espigado y de rostro adusto le franqueó el paso:
    
    —Bienvenida, señorita De Guzmán. La señora de la casa la está esperando en la salita. ¿Me ...
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