1. Los sueños no se hacen realidad, son una realidad


    Fecha: 23/08/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Gargola, Fuente: CuentoRelatos

    ... tiene un aspecto muy varonil, debe rondar los cincuenta y cinco. Su rostro es anguloso y luce una perilla perfectamente arreglada con unos picos que suben por el contorno de sus mejillas. Si no fuera por la situación en la que me encuentro pensaría incluso que es atractivo. La mujer desde luego lo es. Es una mujer madura, no me cabe duda, pero se conserva estupendamente. Por su aspecto estoy segura de que pertenecen a la alta alcurnia. Tiene una melena rubia y reluciente como el oro. No puedo saber si es peluca o es su pelo natural. A pesar del antifaz, reparo en que lleva unas pestañas postizas que realzan sus ojos verdes. Va toda encuerada. Parece la protagonista de una película de catwoman.
    
    La mujer posa una mano en mi pierna y me dice que no tenga miedo, pero pese a la frase de aliento, no me consuela.
    
    —¿Cómo te llamas?, —me pregunta.
    
    —Ana, —balbuceo.
    
    —No tienes nada que temer Ana, —me dice. No sé por qué no acabo de creerla. ¿Me habla ella en vez de su pareja (si es que lo es) para que me sienta más tranquila? Es verdad que estoy un poco menos asustada. Su voz me resulta reconfortante, aunque sigo inquieta. Tiene acento, creo que inglés americano, pero no puedo asegurarlo.
    
    —¿Qué queréis de mí?, —pregunto mirándolos a ambos.
    
    —A ti, —responde él con voz profunda.
    
    La pregunta era retórica. A estas alturas, visto el entorno y mi situación actual, resulta obvio cuales son las intenciones de estos dos degenerados. Debo ser para ellos un juguete más que añadir a su variopinta colección.
    
    La mano femenina recorre mi pierna y yo me remuevo en la camilla intentando eludir sus osadas caricias, no obstante, es evidente que resulta inútil resistirse. Su mano avanza hacia mi sexo y yo me quedo paralizada, no sé si del pánico o por el estremecimiento de sentirla presionando mi vulva. Puedo afirmar con rotundidad que estoy aterrada, ahora bien, algo me dice que confíe en ella, de modo que intento relajarme. Sin apartar la mano de mi entrepierna, se acerca y me susurra algo al oído, pero no logro entender qué ha dicho porque sus dedos recorriendo mi raja me provocan sensaciones contradictorias, y mi cerebro está más pendiente de procesar esas sensaciones que de atender sus palabras.
    
    El hombre se ha colocado detrás de mí y me aparta el cabello para deslizar sus grandes manos por mi cuello. Pienso en un primer momento que va a estrangularme, en cambio siento las yemas de los dedos recorriendo mi cuello en forma de caricias provocando que mis terminaciones nerviosas se agiten. Los vellos se me erizan y los pezones se endurecen. Noto como dos dedos femeninos incursionan en mi coño, mientras un tercero presiona mi clítoris trazando movimientos circulares. De repente la seductora mujer se detiene.
    
    —¿Quieres que pare o que siga?, —me pregunta, y yo no sé que responder. Estoy hecha un mar de dudas. Ahora no tengo claro si quiero marcharme de allí a la mayor celeridad posible o deseo quedarme y seguir disfrutando de sus caricias. Sólo sé ...
«1234...»