1. Noche de discoteca (II). El cabrón del portero


    Fecha: 21/08/2019, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Valentino, Fuente: TodoRelatos

    ... mi cuello, pero a estas alturas, prácticamente le estaba acariciando la nuca mientras seguía comiéndomelo. Para colmo, me sorprendí jadeando. No podía ser que ya me tuviera así; me moría de vergüenza, no podía creerme lo fácil que se lo había puesto ¿Qué pensaría mi novia si me viera? ¿Y sus amigas?
    
    Tuve un arranque de dignidad, y lo empujé con más fuerza. No conseguí nada, salvo su atención.
    
    - ¡Déjame! -Le espeté-. ¡Quita de encima, gordo de mierda, no me toques!
    
    Entonces, me soltó. Casi me caigo. Mantuve el equilibrio, para mi vergüenza, apoyándome en él, concretamente, en lo que pude agarrar de su enorme brazo, pues se colocó de costado. Cuando logré erguirme, me apresuré a colocarme bien los pantalones, y a arreglarme el polo. Pero no me marché. Me quedé ahí plantado, recuperando el aliento, encorvado, con las manos sobre mis rodillas, preguntándome qué coño acababa de pasar. Entretanto, Alberto había sacado unas llaves y abrió la última de las cabinas, la que se situaba justo a la derecha del lavabo frente al que estábamos. Era un aseo de minusválidos, bastante más espacioso que los otros, pero había estado cerrado toda la noche. Las discotecas no suelen tener cubículos como ese, supongo que antes habría allí otro tipo de negocio. Pese a haber permanecido cerrado, el suelo no estaba precisamente limpio: se había filtrado la porquería del baño contiguo. Alberto me agarró de la mano, aprovechando mi inacción, y me arrastró con él a la cabina.
    
    - ¿Qué haces? ¡Suéltame!
    
    - Shh, tranquila -Me advirtió, colocando su enorme dedo sobre mis labios-. Te quiero enseñar una cosa. Te va a apetecer quedarte, ya verás. Si después de esto sigues decidida a irte, tú misma ¿Vale, princesa?
    
    No soportaba que me tratara así, con esa puta condescendencia. Estaba a punto de dar la vuelta y marcharme de allí cuando dejó caer sus pantalones y su ropa interior al suelo.
    
    - Dios -Se me escapó, no pude evitarlo. Me salió de dentro, como una exhalación. Ante mí, aún morcillona, empezaba a erguirse una polla anormal, gigantesca, circuncidada y… apestosa. El hedor de sus genitales inundó enseguida aquel cuartucho mal iluminado. Quizá exageré en algo mi impresión. Al fin y al cabo, iba borrachísimo y seguía puesto de M, si bien el miedo, -y la excitación-, de mi encuentro con Alberto habían disipado en algo mi embriaguez. Lo que sé es que, en aquel momento, fue como si el mundo se parara. Me quedé embobado, boquiabierto, contemplando aquella cosa, palpando esa atmósfera casi asfixiante, provocada por la pestilencia del macho que tenía delante. Con toda tranquilidad, el cabrón del portero se quitó los pantalones, dejándose las botas, y se sentó en la taza cerrada del váter, aunque lo suficientemente adelantado como para que su monstruoso pollón y sus rebosantes huevazos colgaran de la parte posterior. Todo aquello era hipnótico, no hay otra forma de describirlo.
    
    - ¿Qué te parece? -Preguntó, mientras jugaba con ella-.
    
    - Es… es enorme -Reconocí. Era ...
«1234...8»