1. Noche de discoteca (II). El cabrón del portero


    Fecha: 21/08/2019, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Valentino, Fuente: TodoRelatos

    Levanté la cabeza, con la cara empapada, para ver a Alberto en el espejo. Me quedé inmóvil, apoyado en el lavabo. Cuando terminó de echarlos, me clavó los ojos a través del reflejo y me dedicó una sonrisa torcida, de macarra prepotente. Yo bajé la mirada tan rápido como pude, pero no me fui. Cerró la puerta y sentí que se acercaba a mí. Caminaba lento, pero con firmeza, sobre los charcos de aquella habitación asquerosa. Sus pasos eran rotundos y seguros, casi daba miedo oír cómo se acercaba. Cuando quise darme cuenta, estaba temblando. Noté su presencia justo detrás de mí. Su calor, su hedor. Rodeó mi cintura con una mano, que apoyó en mi abdomen, a la altura del ombligo, cubriéndolo casi entero. Yo no quería mirar. Creo que no tenía fuerzas para afrontar lo que estaba pasando. Lo peor es que me lo había buscado. Yo me había puesto en esa situación, yo solito. Le había dejado tratarme como a una nena en la puerta, había aceptado sus copas, me las había bebido, y me había puesto excusas a mí mismo durante toda la noche para no marcharme a casa, con mi novia, mientras no dejaba de buscarlo con la mirada a cada ocasión que tenía. Después, cuando todos se iban, me había metido en el baño. A esperarlo. A esperar a ese cabrón prepotente. Y ahora que estaba aquí, envolviéndome con su enorme cuerpo, invadiéndome con su desagradable y masculino aroma, rodeándome con su brazaco hipertrofiado para atraerme hacia él y restregarme el pollón que calzaba… yo no tenía cojones ni de mirarlo a la cara.
    
    Con su otra manaza me tapó los ojos. Sentía su respiración, caliente, pero calmada, en la nuca. Entonces, con su voz gruesa y ronca, preguntó:
    
    - ¿Quién soy?
    
    Antes de que pudiera responder, empezó a comerme el cuello desde atrás, sin apartar sus manos, ni de mi abdomen ni de mi cara. Suspiré. Me gustaría pensar que no gemí. Suspiré con fuerza, y traté de responder, sin que me temblara demasiado la voz:
    
    - El cabronazo del portero.
    
    Retiró su manaza de mi carita, la metió por debajo del ajustado polo de manga corta que llevaba y me retorció un pezón, al tiempo que me mordía la oreja. Me quejé, gemí, entonces sí gemí; intenté apartarlo, pero no tenía fuerza para moverlo ni un ápice. Tuve que mirar. Lo que me devolvió el espejo fue la imagen de mi cuerpo, atlético y fibroso, pero más delicado que nunca, de aspecto afeminado, casi ridículo, en comparación con la mole de músculos y grasa que me aprisionaba. Él también miró, claro, con su cabeza pegada a mi oreja, y se sonrió al verme así: intentando resistirme, aunque sin ninguna posibilidad y poca convicción, confuso, asustado, hiperventilando, rojo como un tomate… y excitado. Cachondo como un perro. Tenía la camiseta levantada; mis abdominales, bien marcados, al aire. Su mano jugando con mis tetas. El pantalón a medio bajar, porque ya había empezado a amasarme el culo. Yo, con un brazo, intentaba inútilmente sacarle la mano de mis partes íntimas. Con el otro, había comenzado tratando de apartarle la cara de ...
«1234...8»