1. Infiel por mi culpa. Puta por obligación (3)


    Fecha: 20/08/2019, Categorías: Grandes Relatos, Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos

    ... continuar tranquila… ¡Rebobinando continuamente mi pasado!
    
    Tras años de crecer sin su padre verdadero, entre los dos forjaron una amistad sincera, casi familiar y por supuesto plena de correspondido afecto. Según me contó mi marido, –al proseguir con aquel relato– ya acomodada mi cabeza sobre su hombro derecho.
    
    Un día al regresar del colegio, Camilo se encontró con una nota escrita por el puño y letra de aquel holandés, informándole de su urgente partida a causa de un incidente con su único hijo, pero eso sí, prometiéndole que jamás se olvidaría de él. Y un suspiro largo percibí. Mi esposo hizo una pausa para acariciar con la yema de sus dedos la frente y los cabellos negros de Mateo, quien reposaba plácidamente sobre sus piernas, bien dormidito y acunado entre los brazos de su papá. Y yo enternecida por aquel gesto, posé la mía sobre la suya y retirándola con suavidad, la acerqué a mis labios y deposité un beso sincero sobre el dorso de la misma. Se la apreté con algo de firmeza percibiendo su cálida temperatura, y al igual que él, sin mirarle a los ojos, simplemente le dije:
    
    — ¡Te adoro, preciosito mío! No existe en el mundo un mejor hombre que tú. —Y mí amado esposo levemente sonrió y pasó su brazo por detrás de mí cuello, atrayéndome aún más hacia él y besó mi frente con infinita ternura. ¡Nos amábamos, sin lugar a dudas!
    
    —Al comienzo llegaban mes tras mes las cartas, –me seguía hablando Camilo, con su tono de voz grave pero más bajo para no despertar a nuestro pequeño– cada tres meses las coloridas postales desde una isla en el caribe, las cuales yo devolvía con entusiasmo en posteriores misivas contándole como transcurría mi vida, la de mi madre y mis hermanos; como avanzaba con mis estudios y por supuesto, las colegiales conquistas adolescentes. También sagradamente durante varios meses, un giro de dinero en dólares americanos me llegaba, no era mucho, pero nos permitía vivir de forma menos apurada y sobre todo, –en mi caso– para proseguir con los estudios, aunque la comida a veces fuera lo primordial. —Otro largo suspiro se interpuso de repente en sus recuerdos y por su mejilla derecha, ya rodaban hacia el mentón dos lágrimas sin mucha prisa por surcar su alma. Con toda la ternura de que fui capaz, las limpié, posando mi mejilla sobre su cara.
    
    —Pero luego los escritos, las tropicales imágenes y los depósitos de dinero, se distanciaron con el transcurrir de los meses hasta que no hubo más, sin despedidas; nada más de paradisiacos panoramas y en el corazón, mi vida, un preocupante vacío por una promesa, a todas luces, incumplida. —Hizo una pausa para beber un poco de agua mineral.
    
    —Y así pasaron algunos años sin saber ya nada de aquel viejo holandés, hasta que faltando poco para mi mayoría de edad, una llamada del extranjero y una voz con marcado acento al otro lado de la línea, terminó por rasgar mis esperanzas, confirmando con tristeza mis sospechas. ¡Peter había fallecido!
    
    —El interlocutor se presentó como William, ...
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