1. Infiel por mi culpa. Puta por obligación (3)


    Fecha: 20/08/2019, Categorías: Grandes Relatos, Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos

    ... temprano por la playa, meditando cada paso, mejora no solo la circulación de la sangre en sus pies y piernas, sino que el contacto de su piel con la arena húmeda, le servirá de relajante masaje y como si de un buen sedante se tratara, adormecerá un poco el agobio y así podrá tener un mejor panorama. Al menos eso me sucede a mí, cuando he necesitado tomar una prudente decisión.
    
    — ¿Tanto se me nota? —le pregunto. Emma desde su posición mira al horizonte y sin parpadear me dice…
    
    —Está brisando mucho y hoy es cierto que ha amanecido un poco nublada la mañana. Es un claro indicio de que amenaza tormenta. Pero ha sido así desde siempre por esta época del año, que yo recuerde. Y sin embargo señora Melissa, aún no llueve. A medio día de seguro el clima variará y se pondrá soleado. Ya verá como el calor volverá a su vida. —Me dice y luego de un breve silencio me mira y continúa con sus consejos.
    
    —Tiene en sus ojos, el color del cielo en un día despejado señora Melissa, más sin embargo no brillan por la tristeza que los nublan, están un poco opacos con visos de melancolía, dolor por una profunda tristeza. Los tiene rojos de tanto llorar. ¡Si señora! se le nota mucho. — ¡No hay maquillaje que oculte el dolor ni la angustia! Le respondo.
    
    —Vaya a darse una caminata, –extiende Emma, sus recomendaciones– respire profundo y cuando vuelva me busca, por si necesita otra taza de café, desea desayunar algo o simplemente pedir un taxi para que la lleve a dónde debe y necesita estar.
    
    No se despide, simplemente da media vuelta y marcha a ocupar su puesto tras aquella recepción. Doy otra calada a mi cigarrillo y un nuevo sorbo al café. Me retiro las sandalias, porque voy a hacerle caso y caminaré un poco por la playa, cerca de la húmeda marca que dejan las olas al besarla. Dejo aquí sobre la mesa, mi bolso, también la blanca cajetilla de «Parliament», pero antes me enciendo uno nuevo y en la mano izquierda me llevo el móvil, por si alguien me llama. La arena esta fría pero firme y mientras me desplazo por la orilla, me sonrió de mi misma por lo despistada que sigo siendo. ¡Y suspiro!
    
    ***
    
    Como casi nunca prestaba atención a los noticieros, no me había dado por enterada del paso cercano de una poderosa tormenta tropical en cercanías de aquella isla, así que no se me pasó por la cabeza el que mi marido al abandonarme, fuera a recalar aquí, en Curazao. ¿Pero a donde más podría encontrar paz consigo mismo y sin mí, sino en el paraíso que años atrás construimos los dos, –para nosotros y nuestro hijo– todo desde cero con gran esfuerzo y verlo ahora deshecho, quizás para siempre por mi culpa en tan poco tiempo?
    
    Era apenas obvio, él debía asegurarse que la casa que había heredado de un antiguo y gentil amigo de su madre, la única posesión material que le quedaba, aunque fuese a mitad con William según el testamento, no hubiese sufrido daños de consideración. Era la casa hacia donde más tarde debían llevarme mis dubitativos pasos, temerosa por este ...
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