Dulce bollería - Relatos Eróticos

Dulce bollería

... los pliegues sensibles de sus paredes internas.

Tras sacarlos empapados, y utilizandolos como un obsceno pincel, trazó la forma de un corazón en cada pecho, y una flecha sobre su abdomen apuntando hacia su sexo.

Luego cogió el azúcar glasé que habían estado usando en su aventura pastelera, y espolvoreándolo sobre su piel húmeda, contempló satisfecha cómo se adhería a las formas dibujadas con sus fluidos, revelando los corazones y la flecha en blanco azucarado. Volviéndose hacia Carolina con una sonrisa traviesa dijo:

—El postre está listo. ¿Quieres probarlo?

Carolina negó con la cabeza, regocijándose en la idea de ver las obscenidades a las que Laura recurriría para provocarla.

—Me temo que ese postre es demasiado empalagoso para mi gusto —respondió—. Tendrás que comértelo tú sola.

Laura se llevó uno de sus pechos a los labios y sacó la lengua para lamerlo lascivamente, sin dejar de mirar a Carolina a los ojos. Adivinó el efecto que eso causaría en ella y no estaba equivocada.

La visión fue demasiado para la excitación de Carolina, que se quitó un mechón de cabello de la frente y se dio aire con las manos, simulando estar acalorada.

—Creo que estoy algo baja de azúcar —dijo con fingida debilidad— Tal vez pruebe un poco, después de todo.

Acto seguido se arrodilló ante Laura y puso las manos en sus caderas. Posó los labios sobre su abdomen, justo en el ombligo, y los fue cerrando lentamente en torno a él, aspirando el azúcar pegado a la piel, disfrutando del contraste entre lo dulce y lo pegajoso.

Laura gimió, impaciente, y sus caderas se sacudieron en un vaivén instintivo, buscando el alivio que la lengua y los labios de Carolina retardaban.

Mas ésta no se apresuraba. Paseo la punta de su lengua alrededor del ombligo, trazando círculos concéntricos y luego fue descendiendo por el abdomen de Laura, lamiendo el dulce recorrido hasta llegar a su sexo. Allí introdujo la lengua entre los pliegues de su vagina, jugueteando con ella y acariciando el clítoris, arrancando gemidos a su propietaria, que se llevó el otro pecho a los labios y, entre jadeos, lamió el corazón de azúcar que lo adornaba.

—Parece que al final te gusta mucho el postre —dijo con voz entrecortada, deleitándose en ver a Carolina comiéndole el chocho, y en los espasmos de placer que la lengua y los labios de su amante despertaban en su carne.

Cuando Laura se repuso, atrajo a Carolina hacia arriba para besarla profundamente, saboreando sus propios fluidos en los labios de la otra mujer.

—Vaya —susurró contra la boca de Carolina—, el postre es mucho mejor cuando se comparte.

La única respuesta de Carolina fue besarla de nuevo, más lentamente pero con no menos pasión, mientras se abrazaban. El intenso aroma de su encuentro amoroso las envolvió, unidas tanto por la intimidad como por la lujuria. El aroma del sexo penetró en sus narices, embriagándolas, igual que hacia la cercanía de sus cuerpos. Pero el día aún era joven y quedaban muchas más ...