Dulce bollería - Relatos Eróticos

Dulce bollería

... parsimonia y lascivia, como si estuviera saboreando algo mucho más íntimo. La imagen fue demasiado para Laura, que tuvo que desviar la mirada, divertida y sonrojada. Tal vez tenía razón y el trabajo duro de la cocina merecía la pena si eso era lo que se podía esperar después…

Mientras Carolina seguía distraída con su improvisado espectáculo erótico de cerezas, Laura aprovechó para tomar un puñado de harina y soplársela en la cara a su novia.

—¡Hey! —exclamó, riéndose y sacudiéndose la harina del pelo— Eso no se hace.

Laura se rió y se acercó a ella

—Lo siento, no pude resistirme… Y tampoco a esto —dijo poniendo una bola de nata en la nariz.

—¡Esto es la guerra! —exclamó Carolina, cogiendo harina de la mesa y tirándosela a Laura, iniciando una pequeña y divertida batalla de harina y nata en la cocina.

Entre broma y broma, Carolina y Laura consiguieron acabar los últimos postres que, ahora en el horno, llenaban el ambiente de la cocina con una mezcla de aromas de manzana, fresa, chocolate y vainilla.

Mientras Laura se disponía a fregar algunos cacharros y utensilios que habían utilizado, Carolina se aproximó por detrás. Con el bote de nata chantilly en la mano, escurrió su contenido por el cuello de la camisa de Laura, soltando un largo reguero de nata que se deslizó por su nuca.

Laura dio un respingo y se giró de golpe, dispuesta a vengarse. Se inició así una persecución enrevesada por la cocina, con ambas resbalando y tropezando entre incontenibles carcajadas.

Carolina corrió a esconderse entre risotadas tras el mostrador de la cocina, desde donde asomó la cabeza para sacar la lengua con gesto burlón. Laura se le echó encima y, tras una breve lucha y forcejeo, consiguió inmovilizarla contra una pared mientras repartía pequeños pellizcos por sus costados.

Carolina chillaba y pedía clemencia entre risas mientras Laura la torturaba con cosquillas, aunque sus manos también se entretenían más de lo necesario rodeando muslos y cintura. Cuando por fin se detuvo, jadeante, sus miradas se encontraron y se sostuvieron con algo más que divertida complicidad. Entonces, Carolina deslizó las manos por el pelo de Laura hasta el cuello y la atrajo a un beso voraz. Laura respondió con igual fervor, la boca abierta contra la suya y sus lenguas enredándose sin prisa pero con deliberada intensidad. Se sonrieron la una a la otra al separarse, jadeantes.

En el silencio que siguió, una risa pícara asomó a los labios de Carolina, que reparó en el bote de nata a un lado, a medio usar. Tras agitarlo con gesto burlón ante Laura canturreó triunfante:

—¡Mira lo que tengo! ¡y aún queda naaata!

Laura fingió un gruñido de exasperación. Ahora era Carolina la que la perseguía alrededor del mostrador, con juguetonas amenazas de rebozarla de arriba abajo.

Laura agarró rápidamente un vaso con agua y lo arrojó hacia Carolina cuando esta pasó a su lado, empapándole la entrepierna. Soltando un chillido, Carolina se detuvo en seco y se quejó ...