Todo tiene un precio (II)
Fecha: 15/08/2019,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: El Escriba, Fuente: TodoRelatos
... la suavidad y tibieza de esta. Retuvo mi mano un instante más del necesario, mientras sus ojos encendieron de nuevo mi cuerpo con su limpia y penetrante mirada.
- Carol, cuando termines con Maite, por favor, pasa de nuevo a verme –le dije en el último momento, se me había ocurrido algo más.
- Está bien, como quieras, -respondió ella desde la puerta, taladrándome con sus ojos y desarmándome con su sonrisa.
Mientras ellas se encargaban del papeleo, yo me encargué de reservar mesa en un restaurante cercano, al que solía llevar a mis conquistas cuando quería impresionarlas. Quería volver a follar con Carol, pero esta vez quería hacerlo como resultado de una conquista, haciendo valer mis artes de Casanova, y no a cambio de nada.
Unos minutos después, y con la reserva ya hecha, llamaron a la puerta. Se trataba de nuevo de Carol. Mucho más relajada que la primera vez que apareció aquella mañana pidió permiso para entrar.
- Pasa sí, claro. Siéntate, por favor –le dije con la mayor cordialidad posible-. ¿Todo bien con Maite?
- Sí, es un encanto de mujer. Ya me ha contado algunos de sus trucos para sobrellevarte. Si voy a ser tu secretaria necesitaré estar en contacto con ella para que me evite algunos errores que podría cometer –me dijo, absolutamente feliz de su nueva situación.
- Vaya, me da que vais a hacer buenas migas. ¿Y cuáles son esos trucos de los que te ha hablado?
- El fundamental es que procure llegar siempre 5 minutos antes que tú, para que cuando llegues, te tenga preparado un café con leche, no demasiado caliente, y mucha azúcar. Eso sí, los lunes es mejor que no diga nada hasta que tú hables. De momento eso es lo fundamental, según me ha dicho.
- Cómo me conoce la buena de Maite –respondí riendo-. Tengo algo más que proponerte. Pero, por Dios, sólo debes aceptar si estás segura de querer hacerlo.
- Pues venga, dispara –me dijo.
- Me gustaría que comieras conmigo hoy. ¿Aceptas? –pregunté, aún un poco temeroso de su respuesta.
- Por supuesto. Te repito que no me siento obligada a nada, que nadie se come a nadie y que, si alguien acaba comiendo, será porque el otro quiera ser menú –respondió desplegando toda su picardía.
Salimos del edificio. El día era radiante, pero los ojos y el rostro de Carol lo eran mucho más. Era una mujer que desbordaba su belleza, de una forma absolutamente natural y sencilla. Sin estridencias, sin forzar nada. Ella era bella y atractiva, sin necesidad de aditamentos ni adornos. Era una mujer a la que cualquier hombre querría tener a su lado.
Caminamos durante unos 5 minutos, conversando de forma fluida y amistosa. La actitud inicial de Carol aquella mañana, que comenzó siendo distante y fría, se tornó en otra mucho más receptiva y cercana. Estaba simpática, agradable y cordial, y no rehuía mi mirada, cuando fijaba mis ojos en los suyos, o el contacto físico cuando, en un par de ocasiones o tres, su brazo y su mano rozaron con el mío, al caminar.
Llegamos al restaurante y ...