1. Piedra, papel o tijera


    Fecha: 04/06/2023, Categorías: Lesbianas Autor: VictoriaSG, Fuente: TodoRelatos

    ... lengua. No sé si alguna vez se había comido unas tetas tan grandes, pero lo seguro es que se había comido muchas, porque sabía como hacerlo. Me metió una mano en los pantalones y sonrió al ver lo mojada que estaba. Llegados a ese punto, yo ya no tenía muy claro como seguir, así que ella tomó la iniciativa y metió mi mano entre sus piernas. La masturbé por encima del pantalón, como si me tocara a mí misma mientras que ella lo hacía por debajo, movimientos suaves por mi vulva y los labios exteriores. Dejó de morrearme y fue descendiendo junto a sus besos, dedicándole un buen rato a cada uno de mis pechazos. Después siguió bajando y tras quitarme los pantalones, me hizo maravillas.
    
    Creía conocer el verdadero placer, pero esto era otro nivel. Era cierto que nadie conoce el cuerpo de una mujer mejor que otra mujer y mucho menos el coño. Ella sí sabía como lamerlo, la fuerza, la intensidad en la succión, los dedos que mi agujero pedía en cada momento y la velocidad a la que entraban y salían. Me hacía gemir como a una perra en celo, suplicarle más, rogarle que me hiciera suya. Ella estaba pletórica, disfrutando de su gran victoria, de estar follándose por fin a una compañera. Me comenzó a frotar el clítoris con la palma de la mano a la par que me introducía tres dedos y lo chupaba todo alrededor. Me temblaba todo el cuerpo, las piernas iban por libre y los pechos eran como dos flanes gigantes. Con los ojos en blanco y la espalda arqueada me corrí en la boca de Anabel, su cara entera estaba impregnada de mí.
    
    Con la euforia por las nubes y la sensación de no querer perderme nada me coloqué entre sus piernas con la intención de comérselo enterito, pero ella me detuvo.
    
    - Mejor lo dejamos para otra ocasión.
    
    - Quiero hacerlo.
    
    - Por eso, así me aseguro un segundo encuentro.
    
    - ¿Ya hemos acabado?
    
    - Para nada. Has sacado tijera, ¿no?
    
    Me abrió las piernas y ella, en la misma posición, colocó su sexo contra el mío. Nos empezamos a frotar despacio, nuestros fluidos chorreaban sobre mis sábanas blancas. Aquello no era igual de placentero, pero era muy excitante, morboso. A mí me costaba mantener la posición, pero ella tenía dominio suficiente para liberar una mano y dedicarme todo tipo de caricias. Estuvimos así un rato, hasta que ella me tumbó de un empujón, me abrió de nuevo las piernas, esta vez de par en par y hacia arriba y se colocó de lado entre mis dos extremidades, refregando de forma frenética su coño contra el mío, agarrada a una de mis piernas en alto mientras se introducía en la boca los dedos de mi pie. A los pocos minutos calló rendida sobre mí, después de un sonoro orgasmo que debió escuchar todo el barrio.
    
    - ¿Te ha gustado?
    
    - Mucho, me has descubierto un mundo nuevo.
    
    - Entonces repetiremos, ¿no?
    
    - Bueno, no sé, no vivo sola, quizás no podamos.
    
    - No te preocupes, para eso están las duchas del vestuario.
    
    - ¿Qué dices? Allí no se puede.
    
    - Claro que se puede, si no, pregúntaselo a Alexia.
    
    Continuará... 
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