Matrimonio exhibicionista. 1 de 2 - Relatos Eróticos

Matrimonio exhibicionista. 1 de 2

... desconocida. No me había gustado que nuestro amigo me viera desnuda, pero tenía sentimientos contradictorios. Apreciar la admiración y el deseo en su mirada no me dejaba indiferente, y pillarle después mirándome el culo había sido el remate. Tuve que reconocer en mi interior que no me había disgustado tanto mi involuntaria exhibición. ¿Me había complacido, incluso?

Finalmente nos sentamos los tres a ver el partido. Toni y Felipe estaban en el sofá frente a la tele y yo en un sillón al lado. En la mesa del centro había dispuesto unos platitos con queso, jamón y alguna cosa más. Era un costumbre nuestra que nos juntáramos a ver algún partido una o dos veces al mes, a veces en nuestra casa y otras en la de Felipe. Incluso de vez en cuando se unía alguno más de nuestros amigos. A mí no me gustaba tanto el fútbol como a ellos, que se emocionaban en cada partido y lo disfrutaban siempre como si fuera una final. Sin embargo, esta noche los encontré menos apasionados que de costumbre. Me costó un poco hasta que descubrí qué pasaba.

Mi marido actuaba de forma normal, como siempre, en cambio Felipe estaba distinto. Prestaba menos atención a la pantalla y más a otra cosa, concretamente a mí. En cuanto me di cuenta oculté una sonrisa y lo observé con disimulo. Sus ojos estaban más tiempo en mi cuerpo que en la tele. En cuanto podía hacerlo sin que se notara me recorría con la mirada. He de reconocer que su atención me gustaba. Siempre había recibido admiración de los hombres. Desde que crecí y mi cuerpo se desarrolló de forma voluptuosa me tuve que acostumbrar a su escrutinio. Nunca había sido mojigata en ese aspecto. Sabía perfectamente lo que mi estupendo cuerpo, modestia aparte, provocaba en el sexo contrario. Lo que sí era nuevo para mí es que fuera nuestro amigo, en nuestra casa, el que no pudiera apartar la mirada.

Animada por la actitud de Felipe no pude evitar ser traviesa. Como quien no quiere la cosa separaba las piernas sabiendo que los ceñidos leggins marcarían mi entrepierna. Me inclinaba para picar algo de la mesa dejando que el top se ahuecara y mostrara más escote. Me esponjaba el pelo levantando los brazos para que mis pechos se levantaran provocativos. Me acariciaba la tripa con una mano mientras con la otra levantaba ligeramente el top. Según iba cometiendo estas pequeñas maldades, era consciente del esfuerzo que hacía Felipe por no ser descarado, aunque sus ojos casi no se apartaban ya de mí. Detuve mis travesuras cuando me fijé en la mirada extrañada que me echó mi marido.

Felipe se fue en cuanto terminó el partido. En otras ocasiones nos quedábamos después tomando una copa, pero se excusó y se marchó apresurado. Lamenté que se fuera, lo cierto es que me lo había pasado genial provocándole. Sobre todo cuando noté el bulto que se marcó en su pantalón cuando me estiré como una gatita levantando los brazos. Todo esto originó que, en cuanto salió por la puerta, yo tuviera la respiración acelerada y una cierta inquietud en mi ...