1. Lo siento, abuela (3)


    Fecha: 10/08/2019, Categorías: Incesto Autor: Hidden Words, Fuente: TodoRelatos

    Hice algunas compras, merendé un bocadillo por ahí y me encontré con algunos conocidos. Alargué todo lo que pude la vuelta a casa de mi abuela.
    
    Mientras recorría el pueblo, pensaba en lo difícil que era la vida allí. La mayoría de las chicas que no podían escapar se embarazaban, la mayoría de los chicos terminaban trabajando en el campo o en algún taller.
    
    Pasaron varias horas. No tenía ánimos de volver y llevarme una reprimenda.
    
    No me sentía culpable. Lo hecho, hecho estaba. Pero estaba seguro de algo: desde hoy las cosas cambiarían, no me pasaría el verano esperando a que se decidiera a romper sus barreras. Si ella estaba dispuesta a sufrir, yo no lo haría. Tomaría lo que es mío a como dé lugar.
    
    A eso de las 19:00 volví, ya estaba oscuro y suponía que mi abuela estaría acostada, encerrada en su cuarto.
    
    Me equivoqué.
    
    Apenas entré escuché ruidos que provenían desde la cocina.
    
    A medida que me iba acercando se hacía más nítida la conversación.
    
    —Por eso te digo, Ana, el ayuntamiento no hará nada a menos que Molinero obtenga votos —una mujer hablaba con mi abuela.
    
    —Bueno, nunca hay que perder la fe. La gente cambia.
    
    —Yo ya no creo en ninguno de estos sinvergüenzas y sabandijas.
    
    —¡Marta! ¡Por Dios! Nos vas a amargar la cena a todos. Además está Sarita, no la envenenes con política.
    
    —Tiene que aprender que no hay que confiar en ningún político.
    
    —A propósito de aprender. Sarita, ven a probar mi salsa.
    
    —Eso tiene que aprender esta niña, para que se consiga un buen marido —ya sabía quién era.
    
    Cuando iba a escapar al segundo piso, escuché a mi abuela. Estaba perdido.
    
    —¡¿Fernando?! ¡Fernando, ven, estamos en la cocina!
    
    Ya era tarde para correr.
    
    —Fernando, ¿recuerdas a Marta?
    
    —¡¿Es Fernandito?! ¡Dios mío, qué grande estás!
    
    Me envolvían abrazos, besos y gritos.
    
    Marta era una antigua amiga de mi abuela. Era mucho más joven que ella, tendría unos 58 años, pero se vestía como anciana. Era alegre y efusiva, un tanto gorda y bajita, de cabello castaño y ojos claros, y, por supuesto, una fuente inagotable de chismes. La había logrado evitar varios veranos que fui donde mi abuela, hasta hoy.
    
    —¡Pero si estás hecho todo un hombre! ¡Estás enorme!
    
    —¿Desde cuándo no veías a Fernando?
    
    —¿Habrá tenido unos trece en aquella época? —miró a su hija— Sara, ven a saludar.
    
    Sara o Sarita era la única hija de Marta. Era unos años más joven que yo. Marta la había tenido tarde. Respecto al padre de Sarita, nadie sabía quién era. Suponía que ese era el único secreto que Marta podía guardar.
    
    Pasábamos todos los veranos juntos, jugando y corriendo por ahí. Yo sabía que ella estaba enamorada de mí, me escribía cartas y dedicaba canciones que pasaban en la radio. Incluso nos dimos un beso alguna vez. Mi abuelo nos vio pero no dijo nada.
    
    Me lanzó un tímido “hola” y se sonrojó tal como lo hacía antes.
    
    Siempre me pareció una buena chica, pero no la veía con otros ojos, solo como amigos. Había crecido tal como ...
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