1. Eres mía (encuentro)


    Fecha: 09/08/2019, Categorías: Sexo en Grupo Autor: Rosa de los vientos, Fuente: TodoRelatos

    ... acompañé con unas botas negras altas que sobrepasaban las rodillas, y que daban a mis piernas un aspecto estilizado y atrevido. El vestido se lo había visto a una chica en un reportaje para una revista, lo había buscado y no había parado hasta encontrarlo.
    
    Faltaba media hora para salir, Jorge ya estaba preparado y se encontraba en la cocina esperando mientras jugaba con el móvil. Yo apuraba los últimos minutos frente al espejo: observaba en su reflejo la madurez de una mujer sensual y asustada, una mujer que estaba a punto de llevar su vida a un final incierto. El móvil me sobresaltó; lo recogí de encima de la cama y vi que era ella de nuevo:
    
    María:
    
    Estoy deseando veros…
    
    Quiero que mi putita venga sin bragas…
    
    Sara:
    
    Ya has conseguido lo que querías. No voy a ir sin bragas.
    
    Sentía tanta rabia… estaba humillada y dolida. Quería escapar del infierno en el que yo sola me había metido, pero no veía la salida. Estaba atrapada, atrapada en mis propias mentiras.
    
    María:
    
    Sabes que ahora eres mi putita… vendrás sin bragas o alguien conocerá nuestro secreto.
    
    Dejé el móvil en la cama y los ojos se llenaron de lágrimas; resignada, metí las manos bajo el vestido, retiré las bonitas bragas de encaje y las dejé sobre la cama. Una vez más, me humillaba y tenía que ceder a su chantaje. El miedo a perderlo todo me llevaba de nuevo por un camino sin salida.
    
    Al entrar en la cocina vi a Jorge apoyado en la encimera con una copa de vino tinto en la mano. Me escrutó de arriba abajo analizándome y lanzó un “oh là là” que para mí suponía un chute de autoestima. Por seguras que parezcamos, las mujeres necesitamos ese toque de validación para sentirnos bien, mi chico lo sabía y siempre lo demostraba. Lo miré, y el remordimiento hizo de nuevo su aparición; no podía perderlo, no podía perder lo que teníamos.
    
    A las ocho y media salimos de casa para ir al centro; habíamos quedado con María a las nueve e íbamos con el tiempo justo. Me costaba afrontar lo que iba a pasar, solo una vez que estuvimos los dos en el coche y cuando quedaban pocos minutos para el encuentro, me decidí a hablar:
    
    —Jorge, quiero que sepas que en principio tan solo hemos quedado para tomar algo. No te hagas ilusiones. He accedido a quedar porque ha venido hasta aquí y ahora me parece mal.
    
    —Tranquila; si surge, surge, y si no, pues nada, “cada mochuelo a su olivo”
    
    Por mucho que intentara tranquilizarme y parecer despreocupado, sabía que en su interior él albergaba la esperanza de que la cosa se liara y que la cosa terminara como el “Rosario de la aurora”.
    
    Durante el camino y conforme nos acercábamos al encuentro, notaba como la respiración aumentaban en cadencia e intensidad; esa sensación ansiosa se multiplicó al tener frente a nosotros la puerta del local. Eran las nueve y diez, y en el exterior ya había grupos de personas bebiendo. Al entrar, vimos que había bastante gente y nos costó un poco localizarla: la vi al final de la barra con su pelo suelto y sus ...