1. Cuñada solidaria (Última parte)


    Fecha: 25/03/2019, Categorías: Incesto Autor: eskrytor, Fuente: CuentoRelatos

    ... los ajusté con mis manos. Comencé a menearme para masturbarme con ellos. Ella sin hablar y manoteando retiró mis manos para poner las de ellas y manejar el ritmo de la paja. Me encantaba verla así. Sus ojos medio cerrados, dilatados, sus manos maneando sus tetas, mi verga cubierta por su carnosidad sinuosa y su cabellera negra y espesa desparramada en la sábana deshecha de mi propia cama. Me estaba haciendo una paja rusa sin precedentes. Yo no podía creerlo.
    
    -Cuñis ya. Quiero verga por favor!
    
    Yo mismo me desmonté de su cuerpo. Le deshice el botón de su short. Ella levantó sus caderas y le deslicé por sus piernas de un solo envión su short y su panty negra. El olor a chocho invadió la atmósfera. Ese olor penetrante se sumó al que había ya desde la mañana al de su hermana. Lancé en cualquier lado su ropa y por fin la tuve completamente desnuda ante mí. Sara estaba entregada a mí.
    
    -Penétrame cuñis
    
    No lo hice. Quería jugar y desesperarla. Me zambullí entre sus muslos y posé mi lengua explayada y con fuerza contra su concha velluda. La deslicé como perrito. Lamía su melcocha sin piedad. Sus carnes estaban muy húmedas. Chupaba su zona de clítoris con mucha determinación. Tomé posesión de mi cuñada. Me porté mal, atrevido, descarado y tremendamente posesivo. No le di respiro alguno. Solo escuchaba sus gemidos ahogados y sentía el temblor en sus piernas a lado y lado de mis orejas. Su torso se contorneaba como gusano y sus manos agarraban sin control mi cabeza que se hundía en su sexo oloroso y mojado.
    
    Inicié una chupada intensa, sin cesar ni compasión justo en su zona más sensible. Las lubricaciones mojaban mi boca enteramente. El olor y el sabor de su sexo me embriagaba y mis manos se extendían para jugar con sus pezones allá en la superficie. Sara gemía, gritaba, jadeaba, decía obscenidades y me incitaba a que siguiera comiéndome su calurosa vagina. Entonces su gemido se hizo más intenso y desgarrador y la respiración se cortó en un grito ahogado. La dejé disfrutar su orgasmo. Acariciando tenuemente sus mejillas y posando la punta de mi verga en la entrada de su raja sin penetrar.
    
    Su respiración volvió poco a poco a su ritmo normal. Sus pupilas estaban dilatadas y con un brillo lunático. El olor a sexo era aún más penetrante y las sábanas ahora más desordenadas habían desnudado la cama.
    
    -Cuñis, dale. Métela por favor!
    
    Lo hice. La penetré despacio. Observé con morbo como mi pene fue desapareciendo entre la vorágine oscura de sus vellosidades. Entró toda. Se la metí. Me acomodé encima. La besé con amor y comencé a menarme. Su vagina estaba muy húmeda y cálida. Ella terminó el beso para dedicarse a gemir. Necesitaba hacerlo. Jadeaba con cada embestida. Sus manos casi arañaban dulcemente mi espalda y mi cuerpo se escurría pandeándose encima del de ella. Era rico hacer el amor así. Era lo deliciosamente prohibido que me había sucedido en la vida. La penetraba con fuerza de macho. Mi pelvis se golpeaba contra la de ella. Tac, tac, ...