Alicia en el país de las maravillas - Relatos Eróticos

Alicia en el país de las maravillas

... que desentona de puro nuevo. “Alicia Castillo”. Entonces la chica se cuela por mi derecha y abre.

— Bueno, tengo cerveza, bíter, Coca-Cola y Fanta naranja. También tengo patatas fritas allí, ve a sacarlas, porfa, y señala un plato con una bolsa roja encima. Miro a mi alrededor. Hay un pequeño salón con la cocina en un rincón, una puerta por la que se ve un dormitorio y, a la izquierda, otra puerta que debe de ser el cuarto de baño. Mas allá hay tres escalones y una puerta cristalera. Alicia se fija en lo que estoy haciendo.

— ¿Te gusta mi madriguera? Es un poco pequeña, pero yo me encuentro muy bien aquí. Anda, ve a ver las vistas.

Sonrío y subo los tres escalones. La pequeña cristalera se asoma a una terraza de apenas dos metros cuadrados, pero con unas vistas magníficas, prácticamente sobre todos los tejados de Madrid.

— ¿Y bien?, ¿qué quieres que te lleve?

— Una cerveza, gracias.

Miro a mi alrededor. Se ve la cúpula de la Almudena, el Pirulí y el Retiro, y al cabo de un momento aparece ella con unos vasos.

— ¿Has visto qué bonito?

Bebe de su Coca-Cola entusiasmada por el panorama, como si fuera un lienzo pintado de forma expresa para ella, tal vez un espectáculo exclusivo de su pequeño ático.

— ¿Te gusta?

— Mucho.

— ¿Mas que yo? —y como finjo que me lo estoy pensando, Alicia me golpea con el puño en un hombro— ¡Eh!

Entonces me río.

— Eso por la broma de antes.

Alicia hace un mohin y aprovecho para darle un beso, al principio ligero, luego más apasionado, y nos quedamos así, besándonos entre el ulular de docenas de golondrinas y el cielo de Madrid, hasta que Alicia se aparta y me coge de la mano.

— Ven…

Tira de mí, me hace bajar los escalones, volver al salón y, a continuación, me quita el vaso y lo deja sobre una mesita. Aparta una pequeña butaca de piel roja y la pone en el centro, justo delante de la cristalera. Luego, me rodea y me empuja con cuidado, poniéndome ambas manos en el pecho, haciéndome aterrizar sobre la blanda butaca.

La muchacha está de pie frente a mí, da un último trago a su Coca-Cola y la deja sobre la mesita. Seguidamente, con ambas manos, me abre las piernas y se deja caer entre ellas, de rodillas. Lentamente me desabrocha el cinturón sin dejar de mirarme a los ojos, el botón del pantalón, luego la cremallera y, sin apartar la mirada ni dejar de sonreír, encuentra lo que busca y, sin más, se lo mete en la boca.

Ahora veo sus cabellos cobrizos esparcidos sobre mis piernas, la gran ventana un poco más arriba, unas cuantas antenas, alguna nube, pero Alicia me está haciendo sentir a tres metros sobre el cielo.

Mantiene los ojos cerrados mientras sube y baja la cabeza. Yo sé que lo hace para no marearse, pero de vez en cuando levanta la cabeza y me mira, lo cual resulta demoledor e increíblemente sexy. Tiene unos enormes y bonitos ojos azules, que ha maquillado de manera casi profesional con una sombra de color burdeos a juego con su pelo. Entonces me percato de que se ...