Tu, mi complemento perfecto 24 - Relatos Eróticos

Tu, mi complemento perfecto 24

... ahora debía hacerse a la idea de que yo estaba en medio de ellos. Sin embargo, un día enviamos a Malya para el supermercado con la intención de que hiciera las compras, mientras nosotros nos quedamos en casa, intentando cuadrar que actividades queríamos hacer con ella. Y es así, que llegamos a formar como una especie de itinerario dónde él podía hacer ciertas actividades los lunes y miércoles, mientras que yo tenía los viernes y sábado, dejando los días restantes para que Malya tuviese su espacio y no se volviera loca con nosotros.

—Las cosas van bien entre nosotros —respondí, al tomar un poco de cerveza.

—Charlie, educar y formar un hijo, no es una tarea sencilla, porque habrá momentos en que pienses que no puedes, que es demasiada la carga y desearas tirar la toalla, pero no debes hacerlo. Al contrario, criar a tu bebé, es una satisfacción que te llena de alegría, porque con el pasar de los días, te das cuenta de que tienes una capacidad para aprender, para tener paciencia y el poder de desplegar un amor inimaginable —intentó explicarme.

—¿Crees que pueda llegar a ser una buena madre? —dije, al analizar todas sus palabras.

—Lo serás, de eso no tengo duda—colocó su mano sobre mi hombro—Por cierto, enhorabuena por tu compromiso, ¿Cuándo pensabas decírmelo? —me miró con recelo.

—Esa propuesta surgió de repente, pero no creo que mi chica esté hablando en serio —dije en mi defensa.

—¿Y por qué lo dudas? —frunció el ceño.

—Porque no hemos vuelto hablar sobre el tema y menos ahora que su hermano está de vuelta. Ya sabes, hay otras prioridades —intenté explicarle.

—En eso te equivocas—me miró serio—Malya puede que esté liada con algunas cosas, pero justo hace dos días, vino a pedir tu mano y solo es cuestión de tiempo que te cuente —expresó.

—¿Lo dices en serio? —titubeé.

¿Realmente mi chica había hecho eso? Porque no me lo esperaba y aunque estemos muy enamoradas, hasta hace poco me di cuenta de que tener una relación implica mucho compromiso, no se trata solo de besarla cuando se me antojé o llenarla de regalos para sacarle una sonrisa; había muchas otras cosas de la que pude haber imaginado y, aun así, la amaba más que a mi vida.

—Por supuesto, ¿Cuándo te he mentido? —frunció el ceño.

—Nunca —dije, al mirar a Malya desde mi ubicación.

—Es una buena chica, ha cometido sus errores como toda adolescente y me enorgullece decir, que me encantaría tenerla como cuñada —confesó.

Estuve a punto de expresar algo, pero aquel pequeño de ojos claros se me acercó con un entusiasmo que no pude pasar desapercibido. Se veía tan tierno con su gorro de cumpleaños, con sus pantalones cortos y esa camisa a cuadros, que estaba para comérselo a besos.

—Tía, ¿Ya vamos a comer pastel? —pronunció Jakob.

—Claro pequeñajo —lo despeiné.

—¿Puedo hablar contigo un momento? —escuché a Malya.

—Vamos hijo, tu tía, nos alcanzará luego —lo cargó entre sus brazos.

—Tu hermano te contó lo que hice, ¿Cierto? —se sonrojó.

—¿Por ...