Acuerdo en tacones - Capítulo 5 - Relatos Eróticos

Acuerdo en tacones - Capítulo 5

... trago de la copa de vino blanco, mirando de reojo, sabiendo que es el centro de atención de ese bar, mostrando con ese cruce mágico de piernas todo su muslo hasta el límite de su culo. Tras posar su copa en la barra y mirarme fijamente, descruzó ligeramente su pierna frente a mí ofreciéndome por un instante, a través del refuerzo bordado de su panty, que no lleva nada bajo sus pantys

- Elena, ¿no llevas...? - empecé a decir.

- No. - dijo sin dejarme terminar la frase - ¿Qué opinas?

- ¿Qué opino? ¡Que estoy alucinando y que no dejas de sorprenderme... que les vas a tener locos a todos! ¿Vamos ya, o quieres tomar otra copa aquí?

- No, mejor, vamos ya... si te parece, les esperamos allí tomando algo si hace falta, lo prefiero. ¿me ayudas? - me preguntó, mientras, agarrada a mi brazo, descendía despacio del taburete, estirando su pierna y apoyándose ligeramente sobre mí y haciendo rozar su pecho sobre mi chaqueta.

Suspiré una vez más y así, agarrada de mi brazo, sintiendo las miradas de envidia de todos los presentes por ir acompañado de semejante diosa, salimos juntos del bar para montarnos en un taxi de los que esperaban en la entrada del hotel para ir a cenar a la famosa “Hacienda Los Morales”.

Dentro del taxi Elena se sentó cruzando de nuevo las piernas, para ofrecer de forma intencionada, una vista inmejorable de toda su pierna al chófer, que no perdía detalle, mientras ella hacía como que no se daba cuenta de nada, jugueteando otra vez con su zapato. Parecía estar entrenándose para la exhibición programada para esa noche, aunque a Elena no le hacía falta ningún entrenamiento.

Una vez llegamos a nuestro destino, el taxi nos dejó en la entrada interior del restaurante, un patio de una antigua Hacienda Colonial, muy bonita, con sus arcos y su suelo empedrado. Tras pagar la carrera, salí primero para abrir caballerosamente la puerta de Elena y ayudarla a salir del coche. Ella me miró seductoramente, sacando primero una pierna y una vez más, balanceando ligeramente el zapato fuera de su talón, con ese movimiento tan bien ensayado, que sabe de siempre, que me vuelve absolutamente loco y sabía de sobra que Ramírez iba a encandilar. Al tiempo, mi compañera me ofreció una vista increíble de su coño a través de la tela del refuerzo de sus pantys, abriendo ligeramente las piernas y como remate, al inclinarse para salir, mostrándome su descomunal escote y ese sugerente sostén de encaje que dejaba entrever su chaqueta cruzada.

- ¡Pufff! - exclamé intentando controlar mi excitación.

- Gracias, muy amable Fernando - respondió ella sonriente sabiendo cómo me tenía.

Agarrando mi mano, le ayudé a salir del coche y ella sin despegar su sonrisa, rozó mi paquete con su cadera con toda la intención del mundo, encendiéndome más todavía.

- ¡Eres la caña! - le dije y ella me devolvió una de sus seductoras sonrisas.

Junto a mi diosa me adentré hacia el restaurante mientras ella hacía sonar de forma increíble sus taconazos en el patio ...