Merche y sus guarradas en el mercado - Relatos Eróticos

Merche y sus guarradas en el mercado

Os juro que es totalmente cierto que Merche en esta ocasión no iba en busca de machos folladores. Era cuestión de trabajo. Ya sabéis que trabaja en un despacho de abogados y tenían un cliente con una denuncia por intoxicación por alimento en mal estado comprado en el mercado municipal. Podía ser una tontería pero si la intoxicación era cierta y aparecían más afectados podría ser una demanda muy golosa tanto económicamente como en publicidad. Así que su jefe le pidió que fuera por el mercado y echase un vistazo.

El mercado quedaba a unos 15 minutos en coche de casa de Merche, así que un sábado por la mañana temprano tras desayunar, se encaminó hacia allí. Hacia calor así que por arriba sobre su sujetador negro llevaba una camiseta blanca ajustada. Abajo, tanga negro y pantalón de chándal azul.

La verdad es que todo el mundo sabía que aquel mercado estaba abocado al cierre. Con una capacidad de 40 puestos, tan solo 4 estaban en funcionamiento. Los demás viendo venir el panorama que se avecinaba se habían ido marchando poco a poco.

Por fuera la imagen era desoladora. Peste a comida podrida, charcos de sucias aguas en su entrada, paredes desconchadas y con visibles riesgos de desprendimiento. Afortunadamente era una sola planta formando un cuadrado con 10 huecos a cada lado. En el centro, una construcción dedicada a almacén, neveras…

Al entrar Merche vio que no hacía falta un cuarto de las basuras, ya que la misma estaba diseminada por los puestos vacíos. Gran cantidad de cajas de cartón se acumulaban aquí y allá. En muchos casos mojadas de Dios sabe que líquidos, lo que las hacia desprender un olor asqueroso. Varios gatos paseaban a sus anchas.

-Buenos días, puedo hacerle unas preguntas? Soy periodista y estoy….

-Pero tú me ves a mí que estoy para preguntas niña? – dijo Tomás, el pescadero sin dejar a Merche terminar su frase.

-Hombre yo muy ocupado no le veo, será espantando las moscas – dijo la rubia riendo pero sin faltar a la verdad, ya que innumerables moscas revoloteaban sobre aquel pescado con muy mal aspecto.

-Anda niña, que te den por culo – dijo de nuevo aquel hombre a modo de fin de la conversación.

-Ojalá – susurró Merche alejándose y dirigiéndose a la frutería que estaba a penas tres locales a la derecha.

-Buenos días, guapa – dijo el frutero.

Rachid, el frutero. Un moro delgadísimo, casi esquelético. No menos de 60 años le calculó Merche. Las venas se le marcaban en la piel de los brazos, que parecían ramas de árbol secas que terminaban en unos dedos extremadamente largos y finos, llenos de suciedad al igual que las uñas que aparecían negras de mugre. Vestía una túnica larga llena de manchas. Las cajas de frutas dispuestas en la delantera del puesto le impidieron a la rubia ver las piernas del moro pero no era muy difícil imaginar que estarían a juego con el resto de su cuerpo.

-Yo te atiendo guapa. Unas preguntas dices? – dijo el moro enseñando su desdentada boca.

-Si señor, sobre la subida de ...