El Regalo: Conociendo el Establo - Relatos Eróticos

El Regalo: Conociendo el Establo

... nada bien, pero tenía que reconocer que emanaba una especie de autoridad que hacía que obedecerla pareciese algo natural. Tomó un refresco de la nevera y un vaso con hielos y volvió a la piscina.

Laura se estaba acariciando distraídamente, su mano recorría su estómago en círculos, subía hasta sus pechos apenas cubiertos por un pequeño bikini negro, el movimiento era continuo y la mano subía y bajaba lentamente sin pausa. María le dio el vaso interrumpiendo ese sensual vaivén. Laura dio un largo trago a su vaso mientras miraba a María de una forma que a la mujer le pareció evaluativa.

— Tienes un bonito cuerpo, eres una mujer muy atractiva.

— Muchas gracias, ahora estoy bastante gordita, tú sí que tienes un cuerpo precioso.

— Llevo muchos años haciendo Judo en algo se tiene que notar, pero tú te infravaloras, eres el tipo de mujer con curvas que atrae las miradas.

— No es para tanto de verdad.

— ¿Cómo te lo pasaste anoche?

— No estuvo mal, nada especial.

La joven clavó los ojos en María con una media sonrisa.

— Llegaste muy tarde, yo te oí y un poquito antes me pareció oír a alguien meterse en la piscina.

— Me apetecía refrescarme, estaba cansada.

Laura detuvo su interrogatorio, notaba como María se estaba poniendo nerviosa y no quería incomodarla. Desató los nudos del sujetador del bikini y se dio la vuelta en la tumbona quedando bocabajo.

— Dame crema por favor, está aquí al lado de la tumbona.

María cogió el bote, cuando lo abrió un agradable aroma a coco se extendió por el ambiente, no pudo resistir la tentación de pasarlo bajo su nariz. Echó un buen chorro de loción bronceadora siguiendo la línea de la columna y empezó a extenderla con suaves movimientos circulares. Laura echo su melena a un lado por encima del hombro para facilitarle la tarea. María frotaba suavemente desde los hombros hasta el borde de las braguitas, acaricio los costados hasta llegar a tocar la tela eso le permitía notar la suavidad de los laterales de los senos.

Las piernas fueron lo siguiente en recibir las atenciones de María, las cubrió generosamente de loción, masajeándolas desde el tobillo hasta el muslo, bajo sus dedos notaba la firmeza de los músculos de aquellas piernas. Laura separó los muslos facilitándole el acceso, animada por esas facilidades siguió masajeando las piernas cada vez más arriba llegando a tocar en varias ocasiones el coño cubierto apenas por la finísima tela del bikini.

A esas alturas Laura ya estaba disfrutando del improvisado masaje, estiro su bikini haciendo que se perdiese entre sus nalgas, dejándolas completamente al descubierto, María captó el mensaje y empezó a darle crema en el culo.

— ¿Qué te parece mi culo María?

— Uuufff es una maravilla, está tan suave y al mismo es tan duro, es totalmente perfecto.

Laura se giró poniéndose bocarriba.

— Me gusta mucho como lo estás haciendo, sigue.

La mujer no se hizo de rogar, pasó rápidamente por las pantorrillas para empezar a amasar los ...