1. Sexo, droga y bolas chinas


    Fecha: 28/07/2019, Categorías: Gays Autor: Machi, Fuente: TodoRelatos

    ... agachó y comenzó a lamerlo.
    
    —¡Joder, que buen pollón y qué duro lo tienes! —Me dijo mientras lo acariciaba y lo contemplaba como si fuera el nabo más grande que hubiera visto en su vida.
    
    Estéticamente lo que más llama la atención de mi rabo es su capullo grande y una vena ancha que recorre todo el tronco, algo que pone a mil a mis esporádicos amantes. En cuanto a su tamaño, no estoy mal despachado, pero tampoco tengo una polla de película porno. Lo justo para que a quien me folle se quede satisfecho, sin que haga falta que le reviente el culo. Eso sí se me pone muy dura y eso los vuelve locos de gusto.
    
    Albert demostró saber mamarla muy bien, tras unas pequeñas chupaditas en la cabeza, se la trago casi entera y estuvo dale que te pego durante unos minutos.
    
    Mientras se tragaba mi rabo, de vez en cuando volvía la mirada para arriba y sus ojos verdes buscaban los míos. A pesar de que el tío no cumplía los treinta ya, tenía unos rasgos muy juveniles que le proporcionaban un morboso aspecto de niño bueno que acababa de hacer una trastada.
    
    A pesar de que mi único interés con él pasaba por petarle el culo. Tampoco me parecía correcto ser tan egoísta y no hacerlo disfrutar a él del mismo modo. Así que le pedí que se incorporara.
    
    Para mi sorpresa, cuando le metí mano al paquete, descubrí que no estaba empalmado lo más mínimo. Algo que lo incomodo bastante, hizo un gesto con la mano y me dijo:
    
    —Espera un momento.
    
    Lo vi entrar en lo que parecía ser su dormitorio, una vez allí me hizo una señal con la mano para que lo siguiera.
    
    La habitación era pequeña, pero con el suficiente espacio para una cama de dormitorio, una cómoda de tres cajones, una mesita de noche y un armario empotrado en la pared con una enorme luna donde se podía ver perfectamente todo lo que ocurría en la habitación.
    
    Albert estaba sentado en el filo de la cama, junto a la mesita de noche. Sobre esta había una bandejita de plata, sobre la que echaba el contenido que había en un trozo de papel. No había que ser muy sagaz para darse cuenta que el catalán con carita de niño bueno, se estaba preparando una raya.
    
    —¿Quieres un tirito? —Me dijo con cierta dejadez.
    
    Miré la bandejita de plata, sobre ella había dos hilos de polvo blanco que me recordaban las líneas continuas de las carreteras, una carretera que no te lleva a ninguna parte, como mucho a perder el control de tus emociones.
    
    Negué con la cabeza a su ofrecimiento. Algo que al catalán pareció traerle sin cuidado, pues cogió un pequeño rollito de cartón y tras meterse la suya, esnifó la que había preparado para mí.
    
    Aquella actitud tan viciosa me recordó a Arturo, mi primer novio. En los últimos años, él también se había enganchado a todas estas mierdas y casi me empuja con él. Verlo con la nariz empolvada me recordó todo aquello y me cortó el rollo mogollón, sin embargo estaba tan caliente que tenía claro que no me iría de allí hasta que no me hubiera corrido.
    
    Albert preso de la alegría momentánea ...
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