1. Sexo, droga y bolas chinas


    Fecha: 28/07/2019, Categorías: Gays Autor: Machi, Fuente: TodoRelatos

    ... supieras que soy activo.
    
    Albert cabeceó levemente, como si le cortara un poco el rollo que yo llevara la iniciativa. Me miró de arriba abajo, de un modo tan frio e impersonal que me sentí molesto. Estuve a punto de mandarlo al carajo, pero él me respondió con la mejor de sus sonrisas diciendo:
    
    —No importa, soy versátil y no me importa que un chico tan machote como tú me dé por culo. Es más, creo que con todo lo que llevo metido en el cuerpo, tampoco estoy yo para mucho ejercicio.
    
    No sé porque supuse en aquel momento que lo que “llevaba metido en el cuerpo” era que se había bebido unas cuantas copas. Si hubiera sabido a que se refería, seguramente no habría ido a su casa con él. No obstante, no me arrepiento de nada, porque gracias a lo pasado que estaba eché uno de los polvos más morbosos y guarros de mi vida.
    
    Estuve tentado de sellar nuestro pequeño acuerdo con un beso, pero me apartó suavemente. En aquel momento llegué a la conclusión de que era un reprimido de cojones. Cosa que tampoco me importó mucho, pues lo único que pretendía era un rollo de una noche. Con lo que tenía claro que ni le haría de psicólogo, ni le tendría que pagar uno.
    
    Le pegamos un par de tragos a nuestras copas y nos apuramos por salir de allí. Por la forma de actuar comprendí que ambos estábamos locos por empezar a meternos mano.
    
    Tal como me dijo su casa estaba bastante cerca. Nos subimos al ascensor y, tras el palo que me pegó en la barra del Ítaca, no quise hacerle ninguna carantoña, pues me dio la sensación de que no era mucho de besos y abrazos.
    
    Fue marcar el número de su planta y se vino para mí. Tras meterme mano al paquete y comprobar que el tamaño de mi rabo era de agrado. Se abrazó a mí y me metió la lengua hasta la campanilla. El sabor de sus labios me dejó claro que iba un poquitomamao, cosa que me dio igual cuando le metí mano al culo y comprobé lo duro que lo tenía.
    
    Vivía en la tercera planta, por lo que el apasionado muerdo duró poco. Salió del ascensor sigiloso, miró para un lado y otro, como si esperara que a las tres de la mañana hubiera haber alguien esperando que él pasara con su ligue nocturno, cuando no vio a nadie (cosa que era de lo más lógico), me hizo una señal para que lo siguiera.
    
    Entramos en su piso. Bastante pequeño, con un mobiliario caro y una decoración sofisticada. El salón de la casa parecía una especie de exposición que se le enseña a las visitas, para que alaben tu buen gusto. A pesar de lo caliente que iba y de las ganas que tenía de comerse mi rabo, no desaprovecho para preguntarme:
    
    —¿Qué te parece donde vivo?
    
    —No está mal —Le dije con cierta desgana, dejándole claro que me traía sin cuidado y que mi único interés en él pasaba por echar un polvo.
    
    Me volvió otra vez a meter la lengua, esta vez no solo acarició mi polla, sino que, tras quitarme el pluma y dejarlo sobre el sofá de cuero que había tras de mí, me desabrochó el cinturón y los botones del pantalón. Una vez me tuvo el cipote fuera, se ...
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