1. Daniela


    Fecha: 22/07/2019, Categorías: Confesiones Autor: pedrocascabel, Fuente: RelatosEróticos

    ... vivía Dani, y es en ese teléfono en donde recibo las llamadas de mis clientes. Mi padre se
    
    escojona
    
    de la risa conmigo, al mismo tiempo que creo que se muestra satisfecho. Mi madre me echa unas broncas que me arde el pelo los domingos que voy a comer a casa, pero al mismo tiempo se ríe y parece contenta. Mi abuela me da un par de besos, se santigua y se pone a ver la tele en el receptor alemán de pantalla grande que le he comprado.
    
    Loren es una de las empleadas del banco que Dani me recomendó y en donde he abierto una cuenta corriente para ingresar el dinero que gano. De treinta y pocos años, casada con un maquinista de trenes de largo recorrido de la Renfe, sin hijos, se da cuenta enseguida de donde proviene mi dinero, y una mañana tomamos café en el bar que hay al lado de la sucursal del banco.
    
    —
    
    No sé cómo decírtelo, pero quiero estar contigo, quiero contratar tus servicios o cómo se diga. Daniela me ha hablado muy bien de ti
    
    Dicho y hecho. A las ocho de la tarde viene a mi piso, evidentemente nerviosa. Compartimos una copa, reímos con un chiste tonto y rompemos el hielo besándonos guarramente en la boca, para continuar desnudándonos a la par.
    
    Es una mujer más bien baja, muy delgada, rubia, de pelo liso, de rostro simpático y agradable en el que destacan unos preciosos ojos azules y una boca acorazonada siempre sonriente. Me parece atractiva y tiene un bonito deseable cuerpo, con curvas de pequeño tamaño, pero bonitas, bien puestas. Se termina de desnudar con rapidez igual que hago yo, ya sin vergüenza ni timidez por su parte.
    
    —Vaya tamaño lo tuyo, Dani ya me lo había dicho, pero verlo en vivo y en directo es mucho mejor
    
    Verlo y catarlo, porque como hacen casi todas, tras tocar mi
    
    paquete
    
    con urgencia como para cerciorarse de que sí está ahí y no es un espejismo, lame todo el largo de la polla varias veces e inmediatamente se la mete en la boca, moviendo muy lentamente la cabeza adelante y atrás e intentando que le quepa entera. No llega a conseguirlo porque se centra en chuparme el capullo ya con más prisas, empapándomelo de saliva, apretando con labios, dientes y lengua. No sé si tiene mucha práctica, pero ganas sí que le pone al asunto.
    
    —
    
    Fóllame, fóllame, ¡ya!
    
    La postura del misionero es tan buena como cualquier otra cuando se tienen ganas de darle gusto a una hembra excitada. Casi completamente tapada por mí cuerpo, me abraza con brazos y piernas, haciendo fuerza para sentirme lo más dentro posible, y me habla justo en la oreja, con voz ronca, en tono muy bajo, quizás de manera un poco inconexa, pero, al igual que tantas otras, excitándose aún más con los insultos que me dedica:
    
    —
    
    Cerdo, me matas de gusto; cabrón, qué cosas me haces con tu rabo gordo; eres malo, muy malo
    
    Por lo menos una vez por semana me estuvo visitando durante años, incluso cuando la ascendieron y se trasladó a una sucursal de un gran pueblo del sur de Madrid.
    
    Encarna es una amiga de Pilar y Matilde casada con un ...
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