1. Lluviosa tarde de trabajo


    Fecha: 16/07/2019, Categorías: Masturbación Autor: Erothic, Fuente: CuentoRelatos

    Eran las diez con cuarenta de la noche, y yo aún rondaba en mi oficina, haciendo resonar mis tacones estridentes en el desolado piso veinticuatro de la torre empresarial.
    
    En aquella planta, tan solo, dos compañeros y mi jefe continuábamos terminando nuestros pendientes del día. La noche abrazaba con su frío manto la vertical estructura de acero forrada de cristal, y la lluvia comenzaba a caer precipitándose con fuerza sobre los grandes ventanales. Aun así, no había prisa ni ansiedad por salir esa noche. Bien había aprendido que más valía desvelarse un poco para terminar los pendientes del trabajo, antes que madrugar al día siguiente para tener que finalizarlos con las prisas encima.
    
    El ambiente desolado era tan tétrico como romántico. El clásico silencio de oficina en el que solo se escuchan las maquinas trabajando, los teclados escribiendo y las impresoras tiñendo de tinta las blancas hojas tamaño carta, ahora era reemplazado por el feroz aguacero que arremetía a la hermosa y caótica Ciudad de México.
    
    Sobre mi escritorio, cerré la carpeta donde había archivado los últimos documentos del día, a reserva que los tendría que utilizar el día siguiente. Caminé sobre la alfombra de mi oficina, tan solo cuatro pasos hasta llegar a un archivero postrado en la esquina, donde me agaché doblando las rodillas un poco, para colocarlos, asegurándome que reposaran cómodamente dentro de su respectiva carpeta color verde esmeralda, junto a sus símiles en aquella repisa.
    
    Enseguida me reincorporé sin acomodarme la falda, pues ya no hacía falta, a esas horas del día ya nadie cuida su imagen. Mi jefe saldría mucho más tarde que yo, mi compañero no se asomaría de su oficina ni por accidente, y mi amiga, quien sería la única persona que me vería esa noche al despedirme de ella, seguramente no le importaría mi desfachatez.
    
    Qué más daba mi falda entallada mal acomodada y arrugada, o mi camisa blanca desfajada, o mi cabello despeinado. Es más, que diablos les había de importar si por ejemplo me soltaba el cabello, desaprisionándolo de la apretada liga anudada todo el día tras mi nuca.
    
    El cansancio había hecho mella en mí, aquella mujer empoderada que se había presentado esa misma mañana, desfilando entre los cubículos, haciendo martillar con fuerza sus feroces tacones a su paso. Ahora no era mas que una chica de oficina fatigada que añoraba por un buen sueño reparador, un momento para sí misma, o una simple reconfortante caricia.
    
    Me senté sobre mi escritorio, tan solo un momento para tomar aire antes de partir de regreso a casa. Pero no pude. Mis piernas estaban destrozadas por soportarme todo el día en esos hermosos y sensuales zapatos de aguja.
    
    Me tomé ese momento para masajearme un poco los pies, haciendo círculos con mis tobillos y acariciándome los muslos forrados con la tela de mis pantimedias, hasta mis piernas escondidas debajo de mi ceñida falda de oficinista renegada.
    
    Finalmente me levanté de mi escritorio, apagué las luces de mi ...
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