1. Carolina, mi hija. – Segunda Parte y final.


    Fecha: 19/07/2022, Categorías: Incesto Lesbianas Sexo con Maduras Autor: Juan Alberto, Fuente: SexoSinTabues30

    Angelina, la madre
    
    Carolina, la hija
    
    Beatriz, la tía de Carolina
    
    Magaly, la esposa del pastor
    
    Roberto, el pastor marido de Magaly
    
    Emma, la hija de Magaly
    
    La única tía que conocía Carolina era mi hermana Beatriz, por ende, su tía favorita. La otra tía era por parte de su padre, pero no llego a conocerla, de hecho, ni siquiera recordaba mucho a su padre. Beatriz era ocho años mayor que yo y nuestra relación no era de las mejores por razones de las que preferíamos no hablar.
    
    La verdad es que hace unos siete años atrás, el marido de Beatriz tuvo un desliz conmigo, ella no pudo superarlo y se divorció unos meses después y se quedó sin marido, yo me quedé embarazada y di a luz a Carolina. Por lo que parece, Beatriz considera a Carolina la hija que nunca tuvo con su exmarido y yo sería solo la madre sustituta después de haber sido fecundada por el semen del que en ese entonces era su consorte.
    
    Mi hermana, mejor dicho, la tía Beatriz, no era una visitante frecuente, pero Carolina siempre le hacía una fiesta enorme cuando nos visitaba, la abrazaba y la besaba, saltaba en sus brazos incluso antes de entrar a casa. Ella siempre lamentó el hecho de no haber tenido una hija propia. Cuando Carolina cumplió los seis años, la tía Beatriz organizó una fiestecita para celebrar tal evento en la piscina de nuestra casa, ese fue el mejor regalo que le pudo dar a su hermosa y joven sobrina.
    
    Conociendo a mi hermana, no me tenía para nada tranquila que ella se instalara en casa casi por todo un día y con gente del vecindario a nuestro alrededor. Magaly y Emma estaba por supuesto entre los invitados. Sabiendo que Beatriz es agnóstica y que le tiene una animadversión a todo lo relacionado a la religión, le presenté a Magaly como la esposa de nuestro pastor adventista, así ella se mantendría alejada de toda persona relacionada con la religión, no las quería ver juntas.
    
    Beatriz siempre se había considerado una buena observadora y excelente jueza de carácter. Por lo que empezó a tener una extraña y sospechosa sensación sobre esta esposa del pastor y su pequeña hija demasiado madura para su edad, que llego vestida con unos adherentes leggins que verdaderamente no dejaban duda de que ella era una chicuela, ya que su pequeño coño era evidenciado por la delgada tela que se apegaba como una segunda piel a sus labiecitos vaginales y se enterraban en su culito firme y redondo. Y que decir de su madre, ella vestía una blusa blanca ajustada y sin sujetador donde se evidenciaban sus prominentes pezones oscuros. Sus pantalones también de un pulcro blanco se ajustaban muy bien a su glúteos, no mostrando ninguna línea de ropa interior, podía suponerse que no vestía bragas. Era fácil deducir de quien había sacado el hermoso culo la hija.
    
    Me inquietó el hecho de que Beatriz en vez de alejarse de mis vecinas, continuaba a acercarse a ellas más y más, religiosa o no, esposa de un ministro o no. La cosa es que Beatriz se había transformado en una solterona de ...
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