1. El Príncipe de la perversión


    Fecha: 09/07/2019, Categorías: Incesto Autor: Veronicca, Fuente: SexoSinTabues30

    ... como para no excitarme y sentándome a su lado, empecé a acariciar a mi hija, agarrando la polla de su padre y jugando con ella la rozaba con la vagina de la cría, que se levantaba para facilitar su contacto.
    
    Al ver el tamaño de esa verga en su máximo esplendor y la pequeña rajita de mi hija, me parecía mentira que ya hubiera estado dentro de ella, pero está visto que ya estamos preparadas para follar mucho antes de lo que podamos pensar.
    
    Mi hija seguía embelesada con la lengua de su padre, mientras él degustaba la boca de la cría como si fuera una exquisita fruta, aumentando la excitación de ambos, que se notaba en los erectos pezones de mi hija, los que empecé a lamer haciéndola retorcerse de placer.
    
    Mi excitación también era máxima y empecé a desnudarme, como ellos, ofreciendo mis pechos a la cría para que los chupara igualmente, consiguiendo que despegara su boca de la de su padre, pero a él no le importó porque estaba encantado de que yo me hubiera unido a ellos, diciéndome:
    
    —Seguro que tienes ganas de comerle el coñito.
    
    —Sí, desde que se lo comía a mi amiga Naty, no he vuelto a probarlos….
    
    Mi marido la agarró con las manos para levantarla y girarla hacia mí con las piernas abiertas para que viera su empapada vagina después del roce con su polla. Me incliné hacia ella y empecé a pasarle la lengua lamiéndole todo ese fluido que le rebosaba, lo que convertía en una exquisitez ir abriendo su rajita con la lengua dejando a la vista su interior rojizo que vibraba ante mis lametazos.
    
    Alguna vez había leído que el coño de una cría como mi hija era unos de los mejores manjares que se podía degustar. Yo ya no me acordaba de cómo sabía el de mi amiga Naty, pero el de mi hija me estaba embriagando, sensación que era acompañada por los dedos de mi marido hurgando en mi coño, lo que me tenía fuera de mí y con ganas de morder esos apetitosos y tiernos labios vaginales de mi hija que se deshacían en mi boca como mantequilla.
    
    Por primera vez, estábamos disfrutando los tres juntos, algo que yo jamás hubiera imaginado, pero ahora estábamos viviendo esos cuentos que se había inventado mi hija sobre Príncipes perversos que mecen en sus pollas a las niñas que empiezan a soñar con ellas, que empiezan a ser conscientes de lo que significa convertirse en una mujer, alguien a la que los hombres siempre van a buscar para satisfacer sus deseos y que esos Príncipes las van a enseñar a gozar de ello, incluso más que ellos, pero en estos casos, también se necesita a una Princesa de la perversión que sirva de modelo a esas niñas para gozar de sus cuerpos.
    
    Y ahí estaba yo para hacer ese papel, para dirigir la polla de mi marido a su coño que vibraba y palpitaba por tenerla dentro, como algo instintivo entre una mujer y un hombre por unir sus cuerpos, algo en lo que mi hija ya iba teniendo su experiencia, en hacer que la polla de su padre de adaptara perfectamente a los pliegues de su vagina, haciéndole sentir a él esa agradable sensación de ...
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