1. La Doncella (IX): El Infierno


    Fecha: 03/07/2019, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Baron Ashler, Fuente: TodoRelatos

    ... hemos hallado indicios de culto satánico, parece que habéis llevado la vida de una simple pecadora.
    
    Otro de los miembros del tribunal habla con el principal. El jefe vuelve a hablar:
    
    Mi compañero propone poneros en el potro ahora mismo para obtener la verdad. En vez de eso os voy a enviar a prisión. De tener poderes demoníacos, en este lugar sagrado no podréis usarlos. Os advierto: seguiremos indagando, es posible que os visitemos en la celda. Y en cualquier caso, vuestra prisión será perpetua, hasta vuestra muerte.
    
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    El verdugo y sus ayudantes vuelven a inclinarse sobre mí. Me sueltan manos y cuello. Me inclinan hacia adelante y me sujetan de nuevo las manos a la espalda con el cepo. Ahora me sueltan los tobillos. El verdugo me vuelve a sujetar como a un perro por el cuello. Me arrastran afuera de la sala. Intento ver la parte de mi piel que estuvo en contacto con los pinchos. Logro ver mis piernas por detrás. La piel está enrojecida, las marcas de los “dedos metálicos” son evidentes. No sé si serán también permanentes.
    
    Me llevan de nuevo por los pasillos. Entramos en la zona subterránea donde están las celdas. Al principio hay un pequeño habitáculo donde dormita el carcelero. El carcelero es un monje grueso con hábito gris.
    
    Lo despiertan. Hablan en un idioma que no entiendo. El tipo me señala. Me llevan al centro de la estancia. Me obligan a sentarme en un taburete. Estoy completamente desnuda y con las manos sujetas atrás. Uno de los monjes me sujeta desde atrás, con su brazo sobre mi garganta. El otro se arrodilla delante y sujeta mis pies por encima del tobillo.
    
    El carcelero rebusca en baúles. Ruido metálico. Sé lo que busca. Trae un par de grilletes de hierro. Prueba uno en mi tobillo. Parece satisfecho. Se vuelve. Busca otras cosas. Le da un par de guantes al verdugo, él se pone otros. Hay fuego en la chimenea, lo aviva. Calienta algo en un cazo.
    
    El verdugo sujeta el grillete cerrado. Opuesta a la bisagra hay lo que parece otra bisagra vacía. Colocan un clavo en ella. Así colocado, cierra el grillete pero caerá en cuanto yo dé un paso. ¡¡¡Qué!!! Trae el cazo. Vierte el líquido interior. Es un metal fundido.
    
    Plomo derretido, lo mejor para una buena soldadura.
    
    Siento el calor del metal sobre la piel. El verdugo aguanta gracias a los guantes. El carcelero lo enfría con agua pero un momento después.
    
    Hay que esperar un poco, eso hace una buena soldadura.
    
    Hacen lo mismo con mi otro tobillo. De nuevo siento el hierro caliente… hasta el límite soportable. Los otros dos monjes me sujetan con fuerza durante todo el proceso.
    
    No contentos con eso, el carcelero sigue rebuscando. El verdugo y sus dos ayudantes continúan trabajando. Me quitan el cepo de las manos. Me obligan a levantarme. Me dan otro “vestido saco”. Este es distinto, no tiene tres agujeros sino que han rajado todo el fondo. Cabeza, hombros y brazos salen sin más. No cae gracias a dos ...
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