1. El ataque de los power bottoms


    Fecha: 01/07/2019, Categorías: Dominación / BDSM Gays Autor: SantiagoRodriguez, Fuente: SexoSinTabues30

    ... sentir su olor y mi pinga se puso como un fierro en tiempo récord, pero traté de guardar la compostura pues, aunque ya no estaban juntos, seguía viéndolo como el excolágeno de mi amigo.
    
    Mis principios éticos no duraron mucho. Al poco rato, Sebas me invitó a echarme a su lado “para conversar mejor”. Con todo, traté de ocultar mi erección (aunque como tengo la pinga muy grande, no hubo forma). Me acosté a su lado y él puso su cabeza sobre mi pecho. “Me pareces un hombre muy sexy, ¿sabes?”. Todo esto más el olor de su piel me pusieron a mil.
    
    Igual, no le creía. No soy feo, pero ya estoy tío y no cuido mi físico; soy un cuarentón canoso con panza y barba gris, y mi vestimenta evidencia que soy catedrático de humanidades en una estatal. Si alguna vez han visto un profesor de filosofía, pues ya nos vieron a todos. ¿Para qué querría un muchacho como él a alguien como yo? Así que pensé que se estaba burlando o… que tenía en mente renovar su iPhone.
    
    Le indiqué que no bromee conmigo, que mi autoestima no era tan sólida como para aguantar burlas de un chico tan atractivo como él. “No es broma; me pareces bien sexy, más sexy que tu amigo”. Y agregó: “siempre te tuve ganas, pero sé que eres buen amigo y que jamás lo habrías traicionado; pero vamos, que estás para comerte”.
    
    Estuve a punto de ponerme de pie e irme, convencido de que se estaba burlando de mí, pero en lo que iba a intentarlo, me cogió del brazo y me jaló hacia él y en un movimiento propio de artes marciales me puso boca arriba en su cama y él se sentó encima de mí. “Sé que eres cien por ciento activo y créeme que sé cómo satisfacer a un activo como tú”, dijo y me dio un beso con lengua… sus labios tenían rico sabor a menta; definitivamente, me esperó bien preparado. Mientras me besaba con pasión, aprovechó de abrir mi camisa y dejar mi pecho y mi abdomen peludos al descubierto. “Eres un osito lindo”, dijo y procedió a lamer mis vellos, succionar mis tetillas, morder mis pectorales y mi barriga mientras sus manos me recorrían de cabeza a muslos con ricos masajes.
    
    Siguió haciendo su trabajo y yo ya estaba en la sexta luna de Saturno, con mi puño en la boca para ahogarme los alaridos de placer. Me abrió el pantalón, bajó mi ropa interior e hizo saltar mi pinga de 23 cm. “¡Asu! La tienen del mismo tamaño, pero la tuya es el doble de gruesa”, dijo comparándome con mi amigo. El muchacho sabía cómo inflar el ego de un hombre maduro. “Tu pinga es linda; me gustan así, peludas y circuncidadas, porque sin pellejito saben mejor”, dijo y de un bocado se metió toda mi verga a la boca. Mi glande se sintió en el cielo cuando traspasó su garganta al mismo tiempo que su nariz chocó con mi pubis y su lengua me lamió los huevos mientras sus labios subían y bajaban por el tronco de mi pene. Por no gritar, empecé a morder mi propia mano.
    
    Luego de varios minutos, se detuvo a descansar y mirar mi verga. “Nunca he visto una con venas tan pronunciadas, se sienten deliciosas en la lengua”, dijo y volvió ...
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