1. El ataque de los power bottoms


    Fecha: 01/07/2019, Categorías: Dominación / BDSM Gays Autor: SantiagoRodriguez, Fuente: SexoSinTabues30

    Un buen amigo de mi edad (cuarenta y qué te importa) se estuvo comiendo a un colágeno de 20 años. Ni mi amigo ni yo estamos en forma ni somos galanes de telenovela, pero ambos tenemos sendos argumentos con más de 22 centímetros para justificar nuestro jale con chibolos. Eso, además de nuestra generosidad a la hora de los regalos y las propinas.
    
    El colágeno en cuestión es Sebas, un blancón bonito de 1.75 cm y 70 kilos de músculos magros gracias a que practica artes marciales; buena percha, cabello castaño, ojos caramelo y un par de nalgas bien formadas. Sebas tiene un hermano gemelo, Nico, que es idéntico a él, incluso en lo que a gustos deportivos y sexuales se refiere, pues ambos son campeones amateurs de artes marciales y les gustan los activos cuarentones.
    
    Un día, vi en Grindr al colágeno de mi amigo en Grindr, pues vive muy cerca de mi casa. Me pareció extraño porque, hasta donde yo sabía, mantenían una relación monógama. No se me ocurrió pasarle la voz, pues siempre lo vi como “el ganado de mi pata”, y el ganado de los amigos se respeta.
    
    Pasaron un par de días y yo ya había olvidado la anécdota, pero resulta que me tocó ir hacia el cono norte de Lima por temas de trabajo, casualmente por donde mi amigo trabaja. También casualmente, al abrir el Grindr por esa zona me lo encontré en plena cacería. Como tenemos mucha confianza, decidí textearle e increparle por andar cuerneando a su pareja. “Hemos terminado hace un par de semanas”, escribió; “No quiero hablar de él nunca más, no me preguntes por qué”.
    
    No lo vi venir. Parecían una pareja muy sólida. En fin… Pasaron dos días más y me volví a encontrar a Sebas, el colágeno en cuestión, por mi casa en el Grindr. Decidí escribirle por Facebook, porque yo no estaba en plan de ligue con él, sino en plan de “puedo ser tu hombro amigo”. No le dije que lo había visto en Grindr, sino que mi amigo me había contado de la ruptura. Chateamos un poco y me invitó a su casa “una de estas tardes”, para seguir conversando.
    
    Visitando a Sebas
    
    Dos días más adelante salí muy temprano del trabajo y, al no tener nada mejor que hacer, llamé a Sebas para ver si estaba en su casa. Estaba y me dijo que vaya. Y yo fui. Llegué a las cuatro en punto de la tarde. Sebas me esperaba en la puerta de su casa, con un buzo deportivo entre ceñido y sexy. Me invitó a pasar; le dije que quería ir al baño para lavarme las manos y orinar, me indicó el camino, entré, hice lo mío, salí y regresé a donde lo había dejado: el living de su casa. “Vamos a mi cuarto en el segundo piso; mi familia está arriba, en sus habitaciones”. Y subimos; yo, hasta ese momento, no tenía otra idea que hacer una visita amical.
    
    Tampoco se la pesqué cuando vi que solo había una silla en su habitación, al lado de un escritorio, donde me senté mientras él se echaba en la cama boca abajo. Como estábamos un tanto distantes el uno del otro, Sebas me dijo que me acerque a él y ahí recién se me cruzaron otras intenciones por la cabeza. De cerca, pude ...
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