El Tiempo en sus Manos 7 - El gran Descubrimiento - Relatos Eróticos

El Tiempo en sus Manos 7 - El gran Descubrimiento

... podría escapar rápidamente saltando en el tiempo, no estoy seguro de lo que podría pasar la siguiente vez que viniese hasta aquí, por lo que decido no oponer resistencia y dejar que me lleven hasta la puerta, donde un enorme negro de más de dos metros está sentado con dos jóvenes esclavas arrodilladas a sus pies

‘Quiero a ese esclavo para mí;’ oigo decir a una joven desde la puerta de la mansión.

Miro hacia la puerta descubriendo dos cosas, la primera a una joven belleza de piel oscura, la segunda otra diferencia con mi tierra, los clásicos vestidos de falda de vuelo y corses ajustados han sido sustituidos por escasas prendas ajustadas de cuero, que muestran todo el perfecto cuerpo de la joven a excepción de su coño y sus pezones.

'Creo que ese blanco no es un esclavo;’ afirma el enorme negro poniéndose en pie y acercándose lentamente hacia mí.

‘¿Tengo razón?’ me pregunta parándose delante de mí y provocando que por primera vez en mucho tiempo me sienta algo intimidado por la altura y la musculatura de mi interlocutor.

‘Tiene razón señor;’ le contesto, ‘No soy un esclavo, soy un comerciante.’

‘¿Comerciante de qué?’ pregunta con ironía la joven bajando las escaleras hasta colocarse al lado del enorme negro.

‘Comerciante de esclavas, me da igual su raza o color siempre que sean tan bellas como tu;’ le respondo a la joven .

El enorme negro suelta una fuerte risa; ‘No es el primer blanco que viene con ese cuento para intentar comprarme a alguna de sus hijas o hermanas esclavizadas y luego liberarlas, aunque si el más descarado y atrevido’ me comenta.

‘Le aseguro que no tengo ningún familiar cerca de aquí,’ le indico sonriendo, ‘Póngame a prueba si quiere.’

‘Eso voy a hacer, y si fracasa se convertirá en el esclavo de mi hija Kira;’ me dice el enorme negro, ‘Y sus juguetes no suelen durarle más de una semana.’

Mi interlocutor me indica que le siga y nos acercamos al grupo de esclavas desnudas.

‘Estaba a punto de escoger varias esclavas para mi plantación, necesito dos esclavas de cría, dos esclavas domésticas y una esclava de placer;’ me señala. ‘Por cierto, soy Edward Richards;’ se presenta.

‘Yo soy Jess Martin;’ le contesto centrándome en la docena de esclavas desnudas.

Lo siguientes quince minutos examino a todas y cada una de las esclavas, acariciando y jugando con sus tetas, llevando mis dedos a su coño y su culo y golpeándolas con un látigo que he pedido al señor Richards. Al final aparto a dos esclavas para la cría, dos para el servicio y una para el placer.

El señor Richards se acerca a las esclavas y las examina sin tocarlas.

‘Cuatro de ellas son las que habría elegido yo mismo;’ me dice, ‘Explícame porque las has elegido.’

Me acerco a las dos esclavas de cría y comienzo a explicar mis razones al señor Richards.

‘Ambas tienen caderas anchas buenas para el parto y tetas grandes y firmes ideales para dar de mamar, además a pesar de su juventud las dos ya han parido antes;’ le explico pasando ...