Mojada por su jefe - Relatos Eróticos

Mojada por su jefe

... recordó que Paola aún se encontraba en el edificio. Llamó a recepción.

- Paola, hola de nuevo, soy Daniel.

- Hola Daniel, dígame en qué puedo ayudarte.

- En marcharte ya. Aquí no queda nadie y está cayendo la mundial ahí fuera. Por favor, márchate ya, que ya está bien por hoy –le dijo Daniel.

- Gracias, Daniel. He estado ordenando algunas cosas, listines, listas de proveedores y clientes y, sabiendo que estabas trabajando, no quise marcharme antes por si necesitabas algo de mi.

- Gracias Paola, pero ya has hecho mucho más de lo debido. De verdad que deberías marcharte ya.

Paola recogió su puesto de trabajo y se dispuso a marcharse, no sin antes llegar hasta el despacho de Daniel y despedirse de él.

- Me marcho ya, Daniel. Espero que tampoco tardes mucho en marcharte, va siendo tarde.

- Sí, me iré ya mismo, imprimo un par de documentos y me marcho, que con la que está cayendo, el tráfico será infernal.

- Uff, es verdad, cae agua a mares. Espero que el autobús no tarde mucho en pasar.

- Puedo acercarte en coche, con lo que llueve no creo que el autobús sea puntual, además, te mojarás para llegar a tu casa desde la parada.

- No te preocupes, te lo agradezco pero no quiero que te desvíes por llevarme. El autobús me deja en la puerta de mi casa, -respondió Paola, a la vez que pensaba que, mojada ya estaba, pues Daniel era el tipo de hombre que a ella más la ponía: maduro, elegante, siempre vestido con sus impolutos trajes que le sentaban como un guante, con los zapatos siempre brillantes y oliendo maravillosamente bien.

- Como quieras –respondió Daniel recorriendo con sus ojos el cuerpo de Paola, al que el vestido que portaba le hacía destacar más que ningún día.

Paola se dio la vuelta tras despedirse de Daniel, el cual no pudo dejar de mirar, mientras el ángulo se lo permitió, su sensual e hipnótico culo. La polla de Daniel reaccionó, como casi todos los días hacía al ver a Paola, y si bien no terminó de endurecerse del todo, si adquirió cierta consistencia, hasta terminar amorcillada bajo el pantalón del traje gris, al que acompañaban una camisa blanca y corbata rosa.

Apenas 3 minutos después, Daniel terminó de imprimir algunos documentos, que introdujo en una carpeta, apagó el ordenador y las luces, y cerró la puerta de su despacho.

Se despidió del encargado de seguridad para que supiera que ya no quedaba nadie más en el edificio, y bajó hasta el garaje, dónde los cargos importantes de la empresa aparcaban sus vehículos.

Arrancó el motor de su vehículo y salió del edificio. Seguía lloviendo con inusitada intensidad, los faros encendidos dibujaban una espesa cortina de lluvia que golpeaba con fuerza la carrocería del coche. Decidió desviarse de la ruta que debía hacer para volver a su casa, y dio la vuelta al edificio para pasar por delante de la parada de autobús. Allí estaba ella, Paola, completamente empapada, junto a 3 personas más. Los escasos 50 metros que separaban la entrada del edificio de la ...