1. Mojada por su jefe


    Fecha: 23/06/2019, Categorías: Sexo con Maduras Autor: El Escriba, Fuente: TodoRelatos

    ... volvieran a poner a realizar tareas de limpieza.
    
    No es que a Paola se le cayeran los anillos por empujar el mocho y la mopa, o por limpiar el polvo, pero su nueva ocupación suponía un mayor sueldo, cosa que le venía muy bien, además de que le permitía abandonar el aburrido uniforme de limpieza, y poder utilizar su propia ropa, mucho más femenina y sexy.
    
    A Paola le gustaba utilizar vestidos. No demasiado escotados, ni demasiado cortos, pero sí vestidos que pudieran traslucir su figura, de la que se sentía orgullosa, dado que pocas mujeres con su edad, 50 años cumplidos, podían presumir de tener una silueta como la suya. Mide un poco menos de 1,60 de altura, su pecho, sin ser exagerado, sí tiene un tamaño lo suficientemente grande como para provocar las miradas lascivas de casi todos los hombres, y de muchas mujeres, utiliza una talla 100B, lo que no está nada mal y puede presumir de mantener aún los pechos bastante más firmes que la mayoría de mujeres de su edad.
    
    Ese día, Paola lleva un vestido de color blanco, le llega un par de dedos por encima de las rodillas, dejando a la vista sus bonitas piernas. El vestido es de tirantes finos, dejando ver gran parte de su espalda al aire, y con un generoso escote, con el que luce a la perfección sus bonitos pechos. Calza unas cuñas altas de esparto, también de color blanco, atadas a los tobillos con finas cintas.
    
    Su pelo rubio y largo, lo ha peinado y alisado, como cada día, dejándolo caer sobre sus hombros. La tonalidad clara de su piel y su eterna sonrisa, le otorgan, además, un halo de simpatía y juventud que no pasan desapercibidos.
    
    Pasan algunos minutos de las 7 de la tarde. Acaba de atender una última llamada de un cliente. Su empresa tiene una urgencia y necesitaba hablar con alguien que se comprometiera a resolverle el problema en un período de tiempo muy corto. En el edificio sólo quedaba Daniel para poder atender la llamada, así que Paola no se lo piensa.
    
    - Buenas tardes Daniel, soy Paola. Perdone que le moleste, pero acaba de entrar una llamada en la que me dicen que necesitan hablar con un responsable que pueda comprometer a nuestra empresa en un plazo muy corto de tiempo. Sólo queda usted en el edificio, no sé si puede atender la llamada.
    
    - Hola Paola. No te preocupes, pásame la llamada, y no me llames de usted, que me hace sentirme mayor.
    
    - Perfecto Daniel, te paso la llamada.
    
    Daniel atendió la llamada y prometió resolver el problema del cliente en el plazo que éste requería. Cuando terminó con la llamada, miró su reloj. Eran casi las 7:30 de la tarde y estaba realmente harto de estar allí. Miró por la ventana y comprobó que estaba cayendo un verdadero diluvio. Una de aquellas tormentas de final de primavera, en las que pareciera que el cielo se estaba cayendo sobre la tierra.
    
    No le gustaban nada esas tormentas, hacía que el tráfico de vuelta a casa fuera aún más caótico que de costumbre. Terminaría una gráfica más y daría por terminado el día.
    
    En ese momento ...
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