1. Entre el amor y el deseo.


    Fecha: 22/06/2019, Categorías: Confesiones Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... menos quiero es seguir sirviéndole a este para sus cochinadas. Además, no tiene llenadera y como lo tengo todo el día en la casa, pues todo el tiempo anda detrás de mí.
    
    —Yo creo que más bien debería darle algo a ella para que se le quite lo frígida.
    
    —Tú bien sabes que desde que se “cerró la fábrica” yo ya no he estado de acuerdo en que hagamos esas cosas, pero no, quesque yo “debería seguir cumpliendo mi deber de esposa”... Ya me tiene hasta la coronilla; yo, a estas alturas lo que quiero es estar tranquila, ya estamos muy viejos y como tales hay que comportarnos. Esas cosas son para los que están jóvenes y quieren tener hijos, nosotros ya para qué. Por eso quiero que le dé algo que le quite lo ganoso y haga que se porte como corresponde a un hombre de su edad...
    
    La consulta me estaba resultando muy interesante y con un trasfondo divertido, en el que se notaba que hasta el médico hacía grandes esfuerzos por no reírse. A mí por supuesto que me pasaba lo mismo, pero en ese preciso instante vi que ya volvía la recepcionista. Lo único que atiné a hacer fue desconectar el aparato y apresuradamente oculté mis audífonos para que no sospechara que había estado escuchado, sobre todo, por el giro tan íntimo que tomó la consulta. Yo estaba verdaderamente nerviosa y me sentía culpable. La recepcionista me agradeció la ayuda y cuando pretendía comunicarse con el médico se dio cuenta de que el intercomunicador estaba desconectado.
    
    —Lo desconecté porque se seguía escuchando y no supe con cual botón se apagaba.
    
    —Sí, es que a veces se atora, pero es el del doctor el que se queda pegado... si vieras de las cosas que se entera una sin querer por ese detalle...
    
    —Sí, me imagino...
    
    Total, que conectó el aparato y le comunicó al doctor que ya tenía el medicamento que le había encargado. Cuando la pareja salió de la consulta, mi sorpresa fue mayúscula y pedí que la tierra me tragara. Eran los abuelos de mi novio, yo giré la cara para que no me reconocieran, ellos estaban tan contrariados que no repararon mucho en mi presencia.
    
    —No debiste haberle dicho eso al doctor... —le recriminaba entre dientes don Claudio a su mujer.
    
    —¿Ah, no?, ¿y entonces a quién querías que se lo dijera?, ¿a ella? —la señora me señaló y yo sabiendo de qué se trataba el asunto, me puse colorada como un tomate.
    
    Cuando se alejaban del consultorio pude ver que don Claudio tenía un semblante raro, había en él una mezcla de enojo y vergüenza que yo consideraba perfectamente justificable.
    
    Y así fue como me enteré de la vida íntima de los abuelos de mi novio. Era una pareja que a las primeras de cambio se veía feliz, parecían llevarse de lo mejor; pero en el fondo, tenían ese detallito de su vida sexual con apetitos tan dispares.
    
    En un principio me pareció algo divertido. No podía evitarlo, cada vez que me los encontraba venía a mi cabeza la imagen de don Claudio intentando convencer a su esposa de hacer “cositas” y a esta rechazándolo siempre diciéndole cosas como ...
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