1. Las refugiadas 3 - Ama y puta


    Fecha: 19/03/2019, Categorías: Confesiones Autor: JBWriter, Fuente: TodoRelatos

    ... sábado que viene me dices que sí. Pasaremos la noche en mi casa.
    
    —No tan rápido —repliqué—. Sé que no la dejaré a solas contigo.
    
    —Bien. Haremos un trio.
    
    Se alejó.
    
    —Por favor Ama —me dijo Sara metida en su papel—. ¿Podemos ir al baño?
    
    —Sí, vayamos —respondí—. Y súbete el top, que llamamos la atención demasiado.
    
    Lo cierto es que todas las mujeres del local, y algunos de los chicos, tenían puestas las miradas en ella. Cuando se cubrió algunos aplaudieron. Entramos en los aseos y nos metimos en un cubículo.
    
    —Creo que tienes razón —dije yo—los nervios me han dado gas de mear.
    
    Sara se sentó en la taza, sobre la tapa. Se quitó el top, esta vez del todo sacándoselo por el cuello.
    
    —Hazlo en mi boca —pidió—, como en las historias de Sadomanía. Aquí nadie le va a molestar si cae.
    
    —Pero…
    
    —Hazlo, por favor.
    
    —Bien. Pero quítate todo, que no se manche que tenemos que volver en taxi. Se está haciendo tarde.
    
    Ella se desnudó y meé en su boca, aunque a mí me parecía asqueroso aún. Tragó todo lo que pudo pero parte la mojó. Cuando terminé me fijé que se estaba masturbando y a punto de correrse. Me senté en sus rodillas, que estaban secas y le lamí un pezón mientras le pellizcaba el otro. Se corrió. Nos vestimos y regresamos en taxi. Yo iba a esperar a casa, pero ella en el taxi me pidió que aceptase. No lo importó hablarlo delante del taxista. Cuando paramos le pregunté.
    
    —¿No te da vergüenza hablar de sexo y de venderte como puta delante de un desconocido?
    
    —Sí —contestó—. Es muy humillante, pero también me excita. Y menos peligroso un desconocido que un conocido.
    
    A sus padres le dijimos que dormiríamos en mi casa y a los míos que, como todos los fines de semana dormiría en la suya. Salimos después de comer para pasar por el chino y comprarle otro atuendo de puta. Me gasté mis últimos ahorros, pero íbamos a cobrar diez mil pesetas. Mi paga al mes era de mil y la de Sara dependía de las semanas: cien a la semana, así que unos meses quinientos y los más cuatrocientos. Elegí una falda roja de punto que era más bien un cinturón ancho y una camiseta super holgada con huecos para el brazo que llegaban hasta la cintura. Como zapatos elegimos sandalias del mismo tipo que las trasparentes de la semana anterior, pero en dorado en lugar de trasparentes. Y complementé el collar de perro con una correa, como habíamos visto algún fin de semana anterior a alguna pareja de chicos. A las siete cuando abrían el local ya estábamos allí. Apenas éramos ocho los que entramos al abrir. Pero no se exhibió mucho. A las siete y diez llegaba Isabel. Nos miró y solo dijo «Muy adecuado» y me dio un billete de cinco mil.
    
    —Dame esa correa —continuó—, y vámonos. Si la puta cumple y hacemos todo lo que tengo previsto te daré el otro cuando os vayáis.
    
    —De acuerdo —repliqué devolviéndole el billete—, pero lo has hecho mal. Se paga a la puta y ella entrega el dinero a su ama.
    
    Isabel se rio y tomando el billete le pagó a Sara diciéndole:
    
    —Toma ...
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