1. Descubriendo mi afición por los culos con pelos 1


    Fecha: 04/06/2019, Categorías: Gays Autor: Machi, Fuente: TodoRelatos

    ... con el chaval. De no ser porque Antonio todavía seguía creyendo que ser heterosexual era una virtud de la que presumir, habría mandado al madrileño a cazar gamusinos y habría intentado empezar una relación con él.
    
    Luego estaba la dichosa diferencia de edad. Tener sexo con un tío más joven era todo un chute de adrenalina y un subidón para su ego. Sin embargo, a sus treinta años y tres años consideraba que todavía le quedaban muchas pollas que mamar y no se veía compartiendo su vida con un chaval que todavía se reventaba las espinillas.
    
    A partir de entonces, cuando Carlitos tenía ganas de polla y Antonio de reventar un culo, cosa que solía darse con más frecuencia de la que ambos le gustarían, se llamaban para quedar para echar un polvo. Antonio dejaba a su novia en su casa y se marchaba con la moto para Alcalá.
    
    El pelirrojo veía aquellos encuentros furtivos como un complemento a su sexualidad. Pese a que se decía que solamente le gustaban las tías, no le hacía ascos a un culo y una boca como la de su masajista. Cuantas más variedades sexuales añadía su amante, más guarro se ponía y más disfrutaba con ello.
    
    Sin embargo, el grifo del sexo igual que se abrió, se cerró.
    
    El novio de Carlitos, lo invitó a pasar una semana en Madrid. Al pelirrojo no le quedó más remedio que prescindir, durante aquel breve espacio de tiempo, de sus mamadas, de su culo tragoncete y de las muchas cosas que aquel cerdo vicioso le enseñaba cada vez que coincidían.
    
    Que su abuela se fuera de viaje también durante aquella semana y la posibilidad de contar con su casa, propicio que una idea perversa se fuera fraguando en la cabeza. Un plan en el que estaba muy presente una charla post polvo con Carlitos.
    
    —Al salón vienen mucha gente de tu pueblo.
    
    —Allí no hay nadie que sepa dar masajes tan buenos como los tuyo.
    
    —Como los que yo doy sí —Le dijo agarrando el bulto de la entrepierna de Antonio con toda la mano, como si fuera un racimo de uva en una parra.
    
    —Sí, pero no me refería a esos “masajes”.
    
    —¡Claro, tonto! Aunque de “estos”,—Volvió a cogerle la polla por encima del pantalón — habrá como en todas partes unos cuantos especialistas. Pero llevas razón, seguro que no tan buenos como los míos.
    
    La sonrisa picarona de Carlitos lo descolocó un poco. Salvo las tres o cuatro mariquitas con excesiva pluma que había en su pueblo, no conocía nadie en Los Palacios que fuera como él.
    
    —En mi pueblo no hay gente como tú.
    
    —Criaturita, ¿me estás diciendo que en tu pueblo no hay maricones? ¡Mira que me remango!...
    
    —No, hombre, maricones hay. Lo que pasa que no los hay como tú. Tíos que le gusten los nabos para reventar, pero que no sean locas pérdidas.
    
    —¿Me estás llamando hetera? —Dijo Carlitos levantándose del sofá y poniéndose las manos en la cintura en forma de jarra —Mira que yo cuando me lo propongo me sale muy bien el maricón, la maricona y el mariconazo.
    
    Antonio, no sabía muy bien que era eso de hetera, pero no pudo evitar reírse con la ...
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