1. Iniciándonos en el dogging


    Fecha: 02/06/2019, Categorías: Sexo en Grupo Autor: Liluska Hetcher, Fuente: TodoRelatos

    Somos una pareja sexagenaria, que fuimos sorprendidos por un programa periodístico sobre el “dogging”.
    
    De repente, mientras disfrutábamos de un aperitivo en el living, después de terminar la jornada laboral; nos sorprendió un informe en un noticiero de la TV. El titular databa que después de la pandemia, había crecido la práctica del “dogging” en los parques de Buenos Aires.
    
    Hasta ese día, jamás habíamos escuchado esa palabra; así que, detuvimos el zapping en ese canal, por curiosidad.
    
    Al comienzo, explicaron el origen de la palabra inglesa, para luego pasar a los testimonios a cara descubierta.
    
    Al escucharlos con mi esposo, exclamamos al unísono que nosotros lo habíamos hecho hace 40 años atrás.
    
    Oímos relatos sobre sexo casual, tríos en automóviles, voyerismo, entre otras aventuras.
    
    Al recordar lo nuestro, vimos que fue más liviano, menos morboso.
    
    En aquel entonces, simplemente nos sorprendió el atardecer en los bosques de Palermo, dándonos besos y caricias; pero, como no andaba nadie, avanzamos. Para nosotros, simplemente fue una aventura de jóvenes más, que hizo el amor en el auto.
    
    Pero al rememorar aquellos tiempos, nos excitó, y al terminar el noticiero, nos fuimos a la habitación a sacarnos la calentura.
    
    Ese día terminamos cenando, pasada la media noche.
    
    Con el correr de los días, mi esposo me hizo una propuesta diferente a la que hacemos una vez al mes.
    
    Para mantener la pasión en nuestro matrimonio, mensualmente vamos a un albergue transitorio, incluso en diferentes ciudades, para conocer nuevos ambientes.
    
    Para la ocasión, me pongo lencería fina y sensual; llevo un par de vibradores, para simular un trío, incluso si lo amerita, simulamos un gangbang con los juguetes.
    
    Pero esta vez, me propuso:
    
    Mi esposo: ¿Vamos a cenar y después lo hacemos en un parque? De paso, recordamos viejos tiempos.
    
    Yo: Sería lindo; pero ¿Vos crees que estamos para esos trotes?
    
    Mi esposo: El auto es amplio y cómodo; pero, si seguimos con ganas y queremos estar mejor, nos vamos a un hotel.
    
    Yo: Bueno, dale.
    
    Al siguiente sábado, mi esposo se puso en campaña de averiguar lugares seguros; lo cual, me daba intranquilidad por todo lo que se escucha en televisión.
    
    Después de una buena siesta y un baño reparador, comencé a prepararme.
    
    Para seleccionar mi vestuario, usé el criterio de que él tuviera fácil acceso a mis partes íntimas; ya que íbamos a estar en el asiento de un automóvil y no en una cama.
    
    Compré un par nuevo de medias negras con liga de siliconas, que lo completaría con el portaligas y una tanga del mismo color; después un vestido a media pierna de breteles delgados, y decidí que sería mejor no usar corpiño.
    
    A la tardecita, habíamos determinado ir a cenar primero; así que cuando llegó la hora, me sentía muy ansiosa y nerviosa a la vez, por nuestra aventura.
    
    Por la noche, arribamos a un coqueto restaurante del barrio de “Las Cañitas”; luego, al sentarnos a la mesa, mi marido me aclaró que eligió ...
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