El padre de mi novio me hace una oferta - Relatos Eróticos

El padre de mi novio me hace una oferta

... no me vería demasiado involucrada, pero temía que los remordimientos me atormentaran.

Debía reconocer que era una oportunidad única. En una ciudad en la que nadie me abría sus puertas, Ignacio estaba dispuesto a acogerme también en su empresa. Sería muy positivo que mi primera incursión en el mundo laboral viniera de la mano de un jefe de total confianza. Un hombre atento y entusiasta que siempre me había tratado tan bien.

Seguía teniendo dudas y no serían precisamente mis padres los que las resolvieran. Mi madre me decía que aceptara su propuesta, que no me iba a ver en otra situación igual. Según ella, si Ignacio me apreciaba realmente, poco me costaría ascender e incluso llegar algún día a quedarme con la empresa. Pero mi padre apostaba más por que hiciera lo que me dictara mi conciencia.

Tenía la duda permanentemente en la cabeza, ni siquiera cuando Gus hacía de las suyas entre mis piernas conseguía distraerme. Después de uno de esos polvos en los que él se corrió a lo grande pero yo no sentí ni cosquillas, me fui a dar una ducha. Cuando salí del cuarto de baño, cubierta ligeramente por una pequeña toalla, me crucé con Ignacio. Después de mirarme de arriba a abajo sin ningún disimulo, volvió a la carga.

- ¿Tienes ya alguna respuesta para mí?

- Lo único que sigo teniendo son dudas.

- Entonces puede que haya llegado el momento de hablar de dinero.

- Eso es lo que menos me importa, la verdad.

- Pues dime qué sería necesario para que aceptes.

- Quizás si me enseñas el lugar, dónde trabajaría...

- Eso está hecho. Vístete y te llevo en un momento.

- ¿Ahora? Pero si es de noche.

- Mejor, así no nos molesta nadie.

Me vestí a toda prisa y bajé al garaje, allí me esperaba Ignacio, ya dentro del coche. Lo primero que me dijo fue que cada mañana me llevaría, así me podría ahorrar el transporte público, al menos hasta que me sacara el carnet de conducir. Durante todo el trayecto no dejó de darme motivos para que aceptara el trabajo. Era muy persuasivo, pero resultaba halagador, me hacía sentir valorada.

Mi primera visión de aquel lugar me dejó muy aliviada. Me había imaginado trabajando entre máquinas que fabricaban trampas para atrapar a los pobres animalitos, pero la zona de los despachos estaba en la otra punta. Ignacio me enseñó uno adjunto al suyo y me dijo que empezaría siendo su consejera, aunque dudaba que alguien de su experiencia quisiera los consejos de una total inexperta.

- Querrás decir tu secretaria.

- En absoluto. A menudo recibimos propuestas para fabricar nuevos materiales.

- Yo no sé nada de eso.

- Pero me puedes aconsejar al respecto desde un lado más humano.

- No sé si te entiendo.

- Hasta ahora, yo he aceptado todo lo que me beneficiaba económicamente.

- ¿Y ya no te interesa el dinero?

- Claro que sí, pero también la reputación de la empresa, que sepan que tenemos conciencia.

- Fabricas materiales para la caza.

- Sí, pero tú te asegurarás de que no negociemos con ...