1. Morbo negro...


    Fecha: 23/05/2019, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: AnaSur, Fuente: TodoRelatos

    ... coño con total impunidad. Era como estas en el cielo y a la vez en infierno. Comenzó a llorar con mayor vehemencia, hasta que de repente noto como Ana se despertaba.
    
    - ¿Qué está pasando Carlos?
    
    - ¡Perdóname, perdóname…!
    
    Carlos se encogió sobre si mismo, de rodillas al borde de la cama y comenzó a Llorar.
    
    - Es que he ido a beber agua, te he visto y… Perdóname, echo mucho de menos a Julia, bueno... a tu madre. Perdóname, me he pasado de la raya, no volverá a pasar. Es que lo estoy pasando tan mal… Necesito tanto cariño… Por favor, no se lo digas a nadie.
    
    - Carlos no te preocupes, no pasa nada, no me voy a enfadar ni se lo voy a contar a nadie.
    
    Ana se sentó en el borde de la cama, cogió su camiseta y se la puso mientras Carlos recobraba la compostura.
    
    - De verdad Carlos, estoy aquí para ayudarte. Mi madre me habló tan bien de ti, de como la cuidabas, como la tratabas, que estoy en deuda contigo…
    
    Carlos levantó la vista y la miró a los ojos.
    
    - Ven, tranquilo, no pasa nada…
    
    Carlos apoyo sus manos en las rodillas de Ana y colocó su cabeza sobre sus muslos. El calor que desprendían lo nublaba todo. Llevaba días que no entendía nada, era como estar en un sueño. Ana agarró su cabeza y empezó a masajearle el cabello. Carlos sentía una tremenda tranquilidad en el regazo de su “hijastra”.
    
    - Muchas gracias Ana, eres un encanto.
    
    - Te lo debo, por lo bien que cuidaste de mi madre.
    
    - ¿Qué te ha contado ella?
    
    - Todo, Carlos, todo…
    
    En ese momento un rayo de incertidumbre se posó en la mente de aquel hombre abandonado a su suerte. Se sentía en manos de aquella joven. ¿Julia le habría contado todo a su hija? ¿A que se refería con todo? Carlos descubrió con Julia aspectos del sexo que no pensaba que descubriría. Se sabía bueno en el sexo, hacía disfrutar a sus amantes, pero con Julia el sexo tomó otro cariz. Con ella descubrió un lado de sexo más oscuro y depravado del que se podría haber imaginado. ¿Estaría al tanto aquella jovencita de todo eso?
    
    La mente de aquel solo podía centrarse en el olor y la calidez que desprendía la piel de Ana. Sus manos, aferradas a la cintura de la chica palpaban los surcos de sus caderas. No podía dejar de llorar, no sabía ya porque lloraba, si por la pérdida de Julia o por el creciente deseo que sentía dentro de el por Ana.
    
    - No debiste ponerte estas braguitas, Ana, eran de tu madre.
    
    - Lo sé, Carlos. Tranquilo.
    
    - Es como verla a ella, pero…
    
    Carlos comenzaba a presionar las piernas de Ana, de tal manera que su boca cada vez estaba mas cerca de la tela de nuevo.
    
    - Pero que, ¿Carlos...?
    
    Ana empezaba a jugar con fuego demasiado. Ver a ese pobre hombre delante de el abatido le daba demasiada lástima. No podía hacer otra cosa que dejar que aquel hombre se desahogara. Carlos buscaba de nuevo el tacto con las braguitas de Ana, hasta tal punto que de nuevo su nariz se posó donde sin lugar a dudar andaba el clítoris de aquella jovencita. Pensó en parar, pero no oyó nada. Nada. No ...
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