1. El tipster (Parte III)


    Fecha: 22/05/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Sempiterno, Fuente: CuentoRelatos

    ... jóvenes de la universidad. Ella y Lucía, eras las reinas, a quien muchachos como yo teníamos en un pedestal. Al contrario de su amiga, Jimena, era diferente, no era creída, ni se aprovecha de su hermosura para lograr sus fines. Esto me llevó a quererla más, pero no todo era color de rosa ya que aun siendo el afortunado que la tenía como novia jamás tuvimos relaciones sexuales, pero ahora la tenía a mi merced.
    
    —Así… pues quiero que lo demuestres —le dije mientras ponía mi mano en la zona baja de su espalda, acercando su cuerpo al mío, casi pegados el uno al otro—. Bésame… Jimena.
    
    Sus carnosos labios se posaron sobre los míos, pero esta vez, a diferencia de anteriores ocasiones, nos besamos con mayor decisión, mayor entrega, mayor pasión. Enseguida pose mi mano sobre su culo, aquel trasero espectacular del que era dueña. Sobé toda la superficie, a conciencia, como nunca había hecho ni me había dejado tocarla de esa manera.
    
    —Ahhh… —soltó Jimena al sentir mis manos estrujar sus glúteos.
    
    Al estar pegada a mi noté sus pechos rozando mi torso y su entrepierna peligrosamente cerca a la mía. Traté de meter mi lengua dentro de su boca, me dejó hacerlo, abriendo sus labios y nuestras lenguas por fin entraron en contacto, envolviéndose ambas en una feroz batalla donde la lujuria que nos poseía era la que nos guiaba.
    
    Sacando fuerzas de mi interior, me separé de ella. Necesitaba averiguar si estaba entregada completamente. Si no mentía, como lo hizo antes.
    
    —¡Desnúdate! —le ordené.
    
    Me miró con decisión, mientras se quitaba su pijama y su ropa interior. Saltó a la vista, sus tetas que ya poseían buen tamaño, sus hermosos pezones rosados, ahora duros como piedra producto de su estado excitado. Su curvilínea figura, que resaltaba su cuerpo tipo 8, asemejando a un reloj de arena, haciéndola apetecible para cualquier hombre en su sano juicio y yo no era la excepción, lo comprobé cuando sentí mi pene, duro a más no poder, rozando mi pantalón.
    
    —¿Te gusta? —me preguntó a modo de afirmación, al ver el bulto que se formaba en mi entrepierna.
    
    Al verla sonreír, quise jugar un poco con ella.
    
    —Algo… —le mentí descaradamente—. Me gustaría más si no estaría el vello púbico —le aseguré mientras apunté con el dedo a la zona del monte de Venus.
    
    Vi primero en su rostro incomprensión, luego resignación. Tal vez por pensar que me defraudó.
    
    —No importa —continué— ¡Quiero que te masturbes para mí!
    
    Como si de un acto de reivindicación se tratase, Jimena se recostó en la cama, miró hacia el techo, luego dirigió la mirada a su entrepierna al tiempo que llevaba de forma temerosa y avergonzada sus dedos a la vagina. Al principio apenas rozaba sus labios, como si su mente se resistiera ante aquella situación, tal vez porque antes no era asidua a estas prácticas.
    
    —Esfuérzate más. No decías qué harías lo que te diga.
    
    Estas palabras la llenaron de estímulo para que sus dedos se volvieran más activos. Aquellos bellos y desnudos labios no tardaron en ...
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