1. No me pude aguantar...


    Fecha: 22/05/2019, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: femerba, Fuente: CuentoRelatos

    ... tampoco. Al parecer le había caído en gracia el señor y disfrutaba de su compañía.
    
    Nos contó que era arquitecto, soltero y sin compromiso, que procedía de la costa, que estaba residenciado en la capital por asuntos de trabajo y que aquel lugar le gustaba porque tenía un ambiente de rumba parecido al de su tierra natal. Acostumbraba visitar el lugar con alguna regularidad, una vez al mes por lo menos y distraerse un rato. Y, por otra parte, le gustaba conocer y relacionarse con la gente, porque, siendo de otro lugar, a veces no tenía con quien compartir y estaba decidido a expandir su círculo social.
    
    Bueno, pregunté yo, y porque nos echó el ojo. La verdad, dijo mirando detenidamente a mi esposa, quien estaba atenta a lo que decía, me llamó la atención su señora. Es una mujer atractiva y llama la atención entre la gente que está acá reunida y pensé, para mis adentros, que me gustaría conocerla y pasar el rato acompañado. ¿Por qué no? Así que me atreví a acercármeles y aquí estoy.
    
    Le contamos que nosotros también habíamos vivido unos años en la costa y mi esposa se despachó relatando pormenores de nuestra estadía allí, por lo cual nosotros y él resultábamos muy familiares a la hora de conversar, como si nos hubiésemos conocido de antes. Y en esa tónica transcurrió la velada. Mi esposa y yo bailábamos una tanda. Y él, pacientemente, esperaba su turno para bailar con ella una vez nosotros regresábamos a la mesa. Así que era ella quien cargaba con atendernos a los dos de manera sucesiva.
    
    Pasadas las horas, Otoniel, que así se llamaba el hombre, con unos tragos encima y desinhibido completamente, mientras ella se fue al baño, me felicitó por convivir con la esposa que tenía y me confesó, muy respetuosamente, que le excitaba la manera en que ella se movía cuando bailaban. Usted es un afortunado, me decía.
    
    Oye, le decía yo, no será que se le está subiendo el ron a la cabeza. No, me decía, soy honesto con usted y quiero decirle lo que siento. No quiero molestarlo. Si le incomoda lo que digo, mejor me quedo callado, comentó. No, tranquilo, respondí. No es el tipo de conversación que uno escucha regularmente. Eso es todo.
    
    Por otra parte, entienda que yo soy el marido de la señora y no deja de ponerme a la defensiva el que usted me hable de esa manera. No, señor, dijo aquel, pierda cuidado. Pero quiero ser abierto y actuar de manera transparente. Y esa excitación, pregunté yo, ¿qué deseo le genera? Hombre, la verdad, dijo, ya que usted lo pregunta, me dan deseos de hacer el amor con ella.
    
    No reaccioné de inmediato, porque me cogió por sorpresa. Simplemente me quedé mirándole sin mostrar emoción alguna, como pensando, de alguna manera, en que se diera esa posibilidad. ¿Y usted cree que ella lo aceptaría? Pregunté. No lo sé contestó frunciendo los hombros. ¿Qué le hace pensar en esa posibilidad? Nos hemos integrado muy bien como pareja de baile, usted sabe, hemos bailado muy junticos y siento que pudiéramos compaginar muy bien. ¿por qué ...
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