El enfado de Elena - Relatos Eróticos

El enfado de Elena

... que alguien se dignara a realizar las tareas pendientes; y poner unos posa vasos donde apoyar tanto la copa de vino como la botella que había subido desde la cocina.

Comenzó la lectura… Los textos no eran muy largos, pero aún llevaban algo de tiempo leerlos, y más en su caso, donde volvía atrás con frecuencia para comprobar los detalles de la historia. Se sentía acalorada. A esa hora el sol daba de plano en la pared y ventana de la habitación, y aunque tenía la persiana casi cerrada, tan sólo con unas hileras de agujeros abiertas para romper la penumbra, el calor hacía que el aire se volviera denso, sintiendo Elena como si se posara sobre la piel, sometiéndola a una presión leve pero continua sobre todo su cuerpo, y haciéndola respirar con más asiduidad de lo normal.

Volvía a tener perlitas de sudor sobre su piel. Tocó las que se salían en la zona del vientre con la punta de los dedos índice y corazón, y jugó con ellas a extenderlas en círculos alrededor de su ombligo, mientras continuaba leyendo.

Poco a poco, iban sucediéndose las palabras ante sus ojos castaños, hasta completar las frases, para luego convertirse en párrafos enteros, que describían aquella noche de locura carnavalesca que culminó en una zona apartada del portal de su casa.

Para entonces la mano izquierda de Elena hacía rato que había dejado los juegos sobre su piel para ir cayendo hacia la escueta tela que protegía su más sabrosa intimidad. Al principio había rozado los alrededores de la entrepierna con las uñas y las yemas de los dedos, mientras su imaginación que se encontraba en estado de efervescencia debido a la lectura hacía que todo su ser se agitase más y más.

Pronto necesitó tocamientos más fuertes, y recostándose en la silla giratoria puso su pies, que aún portaban las sandalias, sobre los muebles adyacentes, dejando sus muslos bien abiertos, y tensando el tanga, cuyas tiras jugaron a introducirse más en sus carnes, colaborando en apretar sus puntos erógenos, mientras que ahora eran todos sus dedos y la palma de su manos los que ya frotaban sin recato el coño por encima del tanga, y su respiración se volvía profunda, a la vez que la lengua jugaba solitaria en su boca, entreteniéndose en doblarse de manera rocambolesca, o lamer los labios que se encontraban entreabiertos, o rozarse con las partes afiladas de los dientes en un intento de causarse algo de dolor que acrecentase la calentura que la iba devorando.

-Ahhhhh, estoy cachondísima… No me lo puedo creer...-

-¿En serio hicimos todo eso esa noche?-

Elena hablaba para si misma, cuando ya el texto estaba prácticamente acabado. Para ese momento el tanga estaba totalmente apartado, y sus dos manos ya habían abandonado el resto de su cuerpo. Y mientras que una frotaba el clítoris con vehemencia, la otra dedicaba dos de los dedos a deslizarse en el interior de su coño. Un coño que destilaba una gran cantidad de flujos y que ya habían dejado totalmente empapado el tanga, y apartado éste, se ...