El enfado de Elena - Relatos Eróticos

El enfado de Elena

EL ENFADO DE ELENA

(Esta historia es la continuación de “La magia del Carnaval” y “Unos meses después, nos volvemos a encontrar”, aunque no es necesario leerlos para pasar un buen rato. Espero que os guste)

Elena entró en el chalet, azotó el bolso sobre un sofá y cerró la puerta con furia.

-“No me lo puedo creer.”- pensó -“El muy cabrón…”

Con un bufido volvió a coger su bolso de bandolera para sacar el móvil y subirlo con ella al piso de arriba. Ni siquiera se quitó las sandalias de andar por la calle, su cabeza estaba en otras cosas.

Se sentía furiosa, nerviosa, y una pizca de excitada, aunque en ese momento no lo confesaría ni bajo tortura.

Pedro, uno de sus amigos, le había mandado el enlace con un par de relatos que había publicado en una página de historias eróticas para escritores amateurs.

Aquella mañana de un agosto caluroso acababa de hacer unas compras en uno de los supermercados de la localidad, cuando recibió los mensajes de su amigo con los enlaces a la página. Él sabía que esas lecturas a ella le gustaban, y de vez en cuando si encontraba algún texto que creía que le iba a parecer interesante, se lo mandaba. Así que cuando ella vio de lo que se trataba, decidió aparcar por un momento sus compras para tomarse un café en una terraza y dedicarle un rato a una lectura que además de gustarle solía adornar sus fantasías sexuales en los momentos de soledad

Pero cuando comenzó a leer el primero de ellos en su móvil de última generación su cara cambió, primero de expresión, y luego de color. Su piel bronceada al principio se puso blanca cadavérica, y en poco tiempo evolucionó a un rojo agranatado similar al que tenían los personajes de los dibujos animados antes de empezar a echar humo por las orejas. Tras unos pocos párrafos, había apagado el móvil tras cerciorarse de que nadie había visto el objeto de su lectura, y se tomó el café bastante rápido para su costumbre, saliendo disparada a acabar las compras aún pendientes.

Acabó pronto, ya que en aquel pueblo donde tenían el adosado en el que veraneaban ella y Eduardo, su marido, no era muy grande, y además esa semana pocas cosas necesitaba, ya que sus dos hijos se encontraban con los abuelos en la costa, mientras que Eduardo estaba en su domicilio habitual, debido a que sus días de jornada continua habían acabado, y esa semana no se desplazaría a dormir al pueblo, ya que tenía trabajo atrasado.

Elena había aprovechado para tomarse una semana sin marido y sin niños, y con la excusa de hacer algo de limpieza en esta segunda vivienda, y continuar un curso on line, estaba disfrutando de lo que ella consideraba un merecido descanso por todo el año pendiente de su familia, y que estaba dedicando a tomar el sol en la piscina, leer, y quedar a tomar cervezas con alguna amiga que también pasaba sus vacaciones en alguna de las zonas residenciales que jalonaban el pueblo, llenas en verano y que dejaban la localidad casi vacía el resto del año.

La razón que había ...