1. Diario de un Consentidor 171 Loq oqrrenla playa 1


    Fecha: 15/05/2019, Categorías: Intercambios Autor: Mario, Fuente: TodoRelatos

    ... cena.
    
    —¿Solo? —Se dio la vuelta y apoyó el culo y las manos en la balaustrada.
    
    —¿Intentas controlarme?
    
    —En absoluto, lo que pasa es que has llegado tan agotada que pensé...
    
    —Si hubiera tomado coca te lo diría. Gerardo esnifó algo, a saber qué; lo rechacé, no lo necesitaba.
    
    —No necesitas nada para estar a tope. —Sonrió halagada.
    
    —¿Tú crees? —Se sentó, pinchó un trozo de atún y lo devoró—. Hubo un momento, de madrugada a eso de las cinco, que hubiera aceptado unas rayas.
    
    —El aguante de Gerardo no tiene mérito; cualquiera puede correr una carrera dopado.
    
    —Lo que quieras, a mí me ha dejado en la gloria.
    
    —¿Ni Salif? —La nostalgia le ayudó a valorar.
    
    —Salif es…, Salif es otra cosa.
    
    —Tendré que pedirle el contacto.
    
    —Ni se te ocurra, no te hace ninguna falta; además, lo que estamos haciendo se queda aquí.
    
    —Lo que ocurre en la playa, se queda en la playa.
    
    —Exacto. Gerardo es un cliente, muy bueno pero nada más. Cuando nos vayamos se acabó, él lo sabe y yo lo sé.
    
    —No imagino lo que pudisteis hacer durante toda la noche.
    
    Sonrió enigmática y se centró en el plato que le había preparado.
    
    No hicimos el amor después de comer, tampoco follamos; ni sé lo pedí ni lo insinué, estaba colmada y evité ver en su cara una expresión que hasta entonces no había aparecido: lástima. Carmen no hizo nada por cumplir su vaga promesa y yo tampoco por recordársela, estaba saciada; recogí el plato y los cubiertos mientras ella ocupaba una de las hamacas a la sombra. Cuando volví estaba al teléfono, tenía una sonrisa dulce que retiró al sentirse observada, siguió hablando en un tono que no admitía compañía y decidí apartarme, recogí el libro y tomé asiento a cierta distancia. Fingí estar abstraído en la lectura, la realidad es que caí en la tentación de vigilarla. Descuidada de mi presencia la sonrisa volvió a su rostro, estaba cómoda, relajada y desnuda para mi suplicio; a medida que la conversación avanzaba su expresión fue cobrando esa sensualidad que desarma al oponente. Terminó y vino a mi lado; levanté la vista: Tremenda. La tenía tan cerca…, le acaricié las pantorrillas mientras hablamos, las corvas, los muslos, alcancé las nalgas y ahí me quedé.
    
    —Era Gerardo.
    
    —¿Otra vez?, ¿y qué quería?
    
    —Ya sabes, tonterías, que le ha gustado, que no se esperaba… en fin, esas cosas.
    
    —Que no se esperaba una mujer como tú, ¿es eso?
    
    —Pues sí, es eso.
    
    Tan desnuda, tan cerca; sabía de sobra lo que me estaba pasando.
    
    —¿Y le has dicho que respete el acuerdo y nos deje tranquilos una vez que acabáis?
    
    —¿Me devuelves mi culo? —Aparté la mano a regañadientes después de propinarle una suave palmada y se sentó cerca—. A ver, Mario, no puedo ser tan drástica, se lo diré en cuanto lo vea.
    
    —¿Qué le has hecho?
    
    —Yo qué sé. —respondió encogiendo los hombros.
    
    Qué sensación tan extraña, estaba orgulloso de ella y a la vez celoso por tener que compartirla; es lo que alimentaba un estado de excitación que difícilmente lograría de ...
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