1. Diario de un Consentidor 171 Loq oqrrenla playa 1


    Fecha: 15/05/2019, Categorías: Intercambios Autor: Mario, Fuente: TodoRelatos

    ... hermana, de los planes que había para reunirnos en familia a primeros de septiembre, de Emilio, de quien se había despedido unos días antes de nuestra partida con la promesa de volver a verse a la vuelta. A las seis estábamos de regreso, quería tener tiempo para arreglarse. Quédate, dijo cuando entró al baño a maquillarse. Ambos disfrutábamos de la liturgia que instauramos tiempo atrás cada vez que se arreglaba para otro. Había venido preparada para esos encuentros con vestidos, sandalias, zapatos de tacón y una variada colección de lencería solo para cubrir cuatro noches. Escogió unos pendientes y un collar a juego obsequio de Javier que, además de surtirnos de buen vino de su bodega, le regalaba joyas. Después de elegir la lencería y el calzado adecuado y antes de enfundarse el vestido que dibujaría sus formas como una segunda piel, entró en el baño a maquillarse, entonces me pidió que fuera el espectador silencioso que necesitaba. Ahí estaba yo, apoyado en el quicio de la puerta observando cada gesto, cada movimiento que la alejaba de mí y la transformaba en la scort más codiciada, la prostituta mejor pagada, el cuerpo más cuidado.
    
    Qué hermosa; aguanté el deseo, se lo dije desde la puerta: estás preciosa; sonrió halagada y tampoco se acercó a besarme, reservaba el carmín para otros labios. Me ofreció la espalda y le subí la cremallera.
    
    Gerardo fue puntual, tuvo el detalle de llamar a la verja; Carmen le invitó a entrar, se estaba dando los últimos retoques. No fue una escena incómoda, todos conocíamos nuestro papel: un saludo cordial al marido y un beso profundo entre amantes; ella le echó los brazos al cuello y él la dobló por la cintura tanto que lo tuvo que frenar con una mano firme en el pecho. Se excusó culpando a su belleza, al vestido que, según él, dejaba poco a la imaginación y realzaba sus piernas perfectas; «largas como un día sin pan», bromeó, y le reímos la gracia. ¿Nos vamos? Cogió el bolso y se despidió de mí con un beso en la mejilla. Disfruta, le dije al oído; nosotros nos estrechamos la mano, le ofreció el brazo y así, como si fueran pareja, se marcharon.
    
    No salí, ¿dónde iba a ir sin ella? Aunque habría sido mejor; la noche me volvió loco, usó todas sus artimañas para castigarme, para hacerme penar y gozar, volví a cuestionarme las razones de todo. No hay razones; hay pasión, hay amor, hay locura. La noche se cebó conmigo, me volvió loco.
    
    Me levanté temprano, quería estar preparado para recibirla. Había pasado una mala noche, inquieto, nervioso. A las cuatro hice café y salí al jardín; el silencio, roto por el rumor de la depuradora, acompañó la huida de una cama que, en soledad, se me hacía grande. Me iba a volver loco, la necesitaba a mi lado, incapaz de sofocar una inesperada angustia que no atendía a razones: «Es solo sexo, por la mañana la recuperarás». Volví a la cama, no sé para qué, y me levanté temprano, quería estar preparado para recibirla.
    
    Según lo pactado quedaría libre después de desayunar; ...
«1234...9»