¿Un sueño hecho realidad? (10) - Relatos Eróticos

¿Un sueño hecho realidad? (10)

El último día de agosto, Oli se levantó a las 6:15, para evitar coincidir con Antonio en el desayuno. Le dejó café recién hecho, el servicio puesto en la mesa y una nota rematada por un corazón rodeando su nombre:Voy con prisa, desayunaré en el hospital. Te quiero. Preparó un par de piezas de fruta para tomar durante el turno y se metió en el coche como si estuviera huyendo de un incendio. Vestida con vaqueros azul gastado, blusa de lunares y bolso grande, aparcó en el área de personal.

La zona de laboratorios estaba en el sótano 1. Enfiló el pasillo, deseando llegar cuanto antes. La puerta automática se abrió y esperó un momento en la sala blanquísima y amplia, llena de mesas, microscopios y tubos de ensayo. La estancia respiraba un silencio tan denso que podía tocarse.

—¿Paula? Soy Oli…

—Dame un minuto…—Respondió desde el fondo.

Paula tenía su pelo oscuro con mechas cobrizas bien recogido en una coleta. Alta, muy delgada, ojos achinados y con un lunar en el pómulo izquierdo, siempre arrancaba algún suspiro en las cenas de colegas pero, a diferencia de Oli, nunca había caído en la tentación de ligar en el hospital. A sus cuarenta y muchos, llevaba un par de años divorciada y era bastante discreta con su vida personal.

—Me has asustado, ¿qué pasa? —dijo en cuanto se acercó a ella, terminando de colocarse el pijama sanitario verde.

—Necesito un análisis completo, prueba serológica incluida. Es muy urgente y privado. Estoy en ayunas. Te he traído una muestra de orina, falta la de sangre.

—Oli…

—Vamos por partes… —dijo sacando del bolso un botecito de tapón rojo.

—Ven. —Le pasó una mano por el hombro—. ¿Crees que podrás extraértela tú misma?

—Hace años que no lo hago, solo en la carrera… pero creo que sí.

—¿Y me contarás que es lo que pasa? —Frunció el ceño, muy tensa.

—Claro. Te lo debo, pero hagamos lo más urgente primero. Después estaré más tranquila.

Con todo lo necesario sobre una pequeña mesa esquinera sin uso, enfermera extrajo tres muestras de su brazo izquierdo. Ya había terminado cuando Paula volvió al laboratorio con un vaso de bambú con café humeante de la máquina. Lo dejó sobre la mesa, etiquetó y guardó los tubos. Volvió junto a Oli, que bebía el segundo trago sin decir nada. Sus pupilas indescifrables se posaron en el entrecejo de Paula y ella puso la mano sobre la suya.

—¿Quieres todo? ¿ETS también?

—Todo. Me han violado, Paula… Ayer. En el edificio de Óscar… —Posó el vaso a medias y empezó a llorar como una niña.

Hasta ese momento, todo lo acontecido estaba dando vueltas en su cabeza, igual que una película sin sentido, mal hecha y peor narrada. Escuchar su voz poniéndole nombre a lo que le habían hecho lo volvió real, palpable, doloroso. Ya no era Oliva, era una víctima. Y después de su matrimonio, su vida previsible, su entrega absoluta a causas que no le dejaban mostrar todo lo que ella era, no había nada en el mundo que aborreciera más que victimizarse.

—¡Dios santo, Oli! —La ...