1. Con mi consentimiento


    Fecha: 08/05/2019, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: femerba, Fuente: CuentoRelatos

    ... un ambiente un poco más frío, sobre todo a esta hora, que es cuando más calienta.
    
    Bueno, joven, dije entregándole la planilla a Rodolfo, misión cumplida. Bueno, jefe, perdone la pregunta; ¿Van para algún evento? Sí, contesté, un seminario en la Escuela de Ingenieros, por acá cerca. O sea que ya no vuelven por acá, comentó. Tengo que volver, dije, porque dejamos nuestro vehículo en el parqueadero. Lo que no sabemos con certeza es a qué hora volveremos. El, acto seguido, se despidió de mí y muy atentamente de mi mujer. Y ya. Cada cual por su lado.
    
    Días después de aquello, mi mujer me sorprendió preguntándome, ¿Qué haces tu con las fotos de un muchacho en tu maletín? ¿Qué fotos? Pregunté, la verdad, un poco sorprendido con la pregunta. Un muchacho moreno, continuó ella, creo que es el mismo que te entregó la correspondencia en la oficina el otro día. Ummm, no sé, no me acuerdo… ¿por qué? Pues, dijo ella, eso quisiera yo saber, ¿por qué tienes unas fotos de él estando desnudo? Y, mirándola, recordé el episodió en la oficina y se lo comenté. De modo que, relaté, rematando la historia, para no tener ese material por ahí, en la oficina, puse la foto en el maletín. ¡Yo ya me había olvidado de eso!
    
    Me parece que eso no debería estar en ese maletín, me dijo, entregándome la foto. ¿No sería mejor devolvérsela al muchacho? Pues, sí, comente, pero hace tanto tiempo que pasó aquello, que me parece inadecuado volver sobre el tema. Bótala si quieres. Yo, la verdad, no le había puesto atención a eso. Me parece, dijo ella, que se la deberías devolver. Bueno, dije yo, no me veo en ese plan, pero puede ser que eso sea lo mejor. Démela, pues…!!!
    
    Pasó el tiempo, hasta que, un día, en su acostumbrada visita para entrega de correspondencia, me envalentoné, y mostrándole la foto a Rodolfo, se la devolví diciéndole que la había encontrado en el escritorio y que quizá a él le estaba haciendo falta. Y, tomándola de vuelta dijo, Uuyyy, que pena, gracias. Y no se dijo nada más. Así que se despidió y se retiró, como siempre.
    
    Poco después, en algún momento, necesité hacerle llegar a mi mujer la copia de un trabajo que me había encargado imprimir, aprovechando que disponíamos en la oficina de una impresora láser, y no se me ocurrió otra idea que pedirle el favor a Rodolfo para hacérsela llegar. Vivíamos cerca, así que aquello parecía ser un encargo menor. Y él, claro, no se negó.
    
    Llegado a casa, ese mismo día, mi mujer comentó que le había parecido muy educado y amable el muchacho con el que había enviado el trabajo. Bueno, ¿y acaso no lo reconociste vestido? Pregunté. ¡Bobo! Respondió ella, pues claro. El muchacho que entrega la correspondencia ¿no? Sí, respondí. Era él. Era la única persona disponible y con la cual podía mandar esos papeles. Es un muchacho muy amable, comentó.
    
    Otro día, Rodolfo llegó a mi oficina, como siempre, y, de repente, mientras le recibía la correspondencia, me disparó la pregunta. Jefe, ¿a su esposa le gustan los negros? Sí, ...
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